miércoles, 25 de marzo de 2009

MORBIDOS


Salió de su casa con la cabeza baja, en la mano derecha una bolsa blanca de supermercado con el ‘taper’ del almuerzo, la mano izquierda en el bolsillo del pantalón ajustado marcando el slip. El paso, apresurado. Sus ojos perversos miraban velozmente hacia un lado y otro. Estaba perturbado. Hacía tiempo que los vecinos le hacían preguntas que le incomodaba contestar.


Cruzó la avenida. Paró en el kiosco y compró.


- Dame… No sé… Cualquier cosa. Necesito monedas.

Trémula e intencionalmente sus dedos húmedos acariciaron la incómoda palma que entregaba un peso cincuenta de vuelto.

Subió al colectivo. Casi una hora y media hasta llegar a la oficina para que los pensamientos lo atormenten.

Augusto ya está grande. Ya no quiere que el tío Carlos lo lleve al baño. Es sólo que le gustaba recordar. Tampoco le gustaba que mamá lo tocara. O sí. El nunca le haría daño a Augusto. Tampoco a los otros niños.

Se paró y dejó pasar al asiento de la ventanilla a la morocha de pantalón blanco. Cuando sacaba boleto percibió que no llevaba ropa interior. Se reclinó contra el respaldo del asiento vencido y acomodó el ‘taper’ sobre sus piernas. Se quedó dormido. El perfume de esa piel joven alteraba su sueño. Recordaba su niñez. Su madre saliendo del baño, húmeda, suave, oliendo a flores…

Bajó mareado. Su mano derecha meciendo la bolsa, la izquierda en el bolsillo del pantalón acomodando lateralmente su incipiente erección.

Estuvo bastante callado por la mañana. El sonido del teclado era el único signo vital en su escritorio. Teléfono. Se acomodó en la silla. Se sonrió de costado y se le avivó la mirada. Su calva sudaba.

- Hola- susurró sin abrir la boca.

Con el auricular sostenido con el hombro y una actitud ganadora que no armonizaba con él, miraba lascivamente a su compañera del escritorio contiguo. Ella se sentía incómoda. La desnudaba con la mirada. En los susurros deslizaba preguntas.

- …te sacaste toda la ropa?
- …estás mojadita?

Sus pocas experiencias sexuales habían sido con hombres, pero no podía evitar excitarse con las mujeres. Las miraba profundo e invariablemente veía a su madre despojada, envuelta en su bata de satén abierta tocando el piano.

Suelen molestarlo en la oficina. Le gastan pesadas bromas sobre su soltería y la convivencia con su madre, infieren que lo llama varias veces al día y que le prepara el ‘taper’ a diario.

Catalina es de las más atrevidas. Le divierte decir que detrás de ese tipo mal vestido y solterón se esconde un asesino serial.

Ya era tarde y estaba sólo en el piso. Otra vez el silencio invitaba al tormento de sus recuerdos de la infancia. Las noches que tenía que hacer compañía a mamá en la cama grande… Las visitas que encontraba al regresar de la escuela… Las botellas de licor vacías…

Se empezó a sentir mal. Hiperventilaba. Rítmicamente deslizaba su silla con rueditas hacia atrás y hacia delante. Decidió ir hasta el archivo. Le vendría bien caminar. Llegó con las manos cargadas de papeles y abrió la puerta empujándola con el hombro.

Se sobresaltó. Pensó que estaría sólo. Catalina también.

- Nene! –gritó soltando la abrochadora que cayó estruendosamente al piso- Me asustaste!

Luego se rió. Se rió nerviosa. Se rió fuerte. Muy fuerte. Y se agachó a recoger la abrochadora.

La risa, la risa nerviosa, la risa fuerte se metió en sus ojos y con furia contenida de años partió un pisapapeles en la cabeza de Catalina.

Carlos respiró hondo. El ruido a huesos rotos y el río de sangre invadieron su interior como si una enorme paz se apoderara de su ser.

Tomó el colectivo de regreso y descansó. Casi una hora y media descansó. La noche le caía bien.

Entró en la casa y la atmósfera nauseabunda lo acogió. Recordó cuántas veces su madre le había dicho que hubiese querido tener una niña.

Repitió la rutina. Pero hoy estaba tranquilo. No encendió las luces de la sala. Se puso la peluca y se sentó en el piso. Al lado de la mecedora. Acarició la pierna de su madre muerta. Aún quedaba algo de carne adherida a sus huesos.

- Mami, soy Carla. Se me hizo tarde, pero no te preocupes. Hoy no tengo hambre.


martes, 24 de marzo de 2009

MEMORIA

Para tus pocos años, Ezekiel. Por la memoria del horror. Con el compromiso con la educación, para contar con generaciones pensantes. Con el poder de la libertad. NUNCA MAS.


Me preguntaste esta mañana:


- Mami… por qué no voy al jardín hoy?
- Porque es feriado -te respondí.
- Es día de fiesta? Hay una fiesta en el jardín?
- No, amor… Hoy conmemoramos algo muy feo que pasó en el país, es decir, nos acordamos de eso que pasó para que no pase nunca más.

Y ahí mismo, me dí cuenta de que tu enorme cabecita de 5 años seguiría preguntando. Y qué te digo ahora, pensé.

Yo tenía apenas dos años más que vos cuando apenas comenzadas las clases, nos llevaron a otra escuela a un “acto”. Fuimos todos con nuestros guardapolvos blancos al colegio grande que está en frente de la plaza Alsina, en Avellaneda.

Hacía frío y yo llevaba mi campera roja. Entramos al salón de actos y sobre el escenario había unos cuantos hombres vestidos con ropa militar. Uno de ellos, canoso, con anteojos oscuros que en ningún momento se quitó, comenzó a caminar, siempre con las manos cruzadas en su espalda, por el entablonado y a hablar mirando siempre sus pasos y, cada tanto, a nosotros.

No recuerdo lo que decía, pero en un momento dejó de andar, extendió su brazo y me señaló. “A ver, vos… Subí”. Miré para todos lados como quien espera que sea otro el señalado. Una maestra me vino a buscar y me hizo subir al escenario.

- Te gusta tu campera?
- Sí –contesté asustada.
- Dámela

Y se la tuve que dar. Cuando la tuvo en sus manos me miró y me dijo que ahora la campera ya no era mía sino de todos. Y que la podría usar solo cuando él, que supuestamente daba las órdenes, quisiera.

Me miró fijo, esperó que me pusiera a llorar y entonces levantó la campera en alto como si fuera un trofeo y gritando se dirigió a todos:

- Les gustaría que eso fuera así? Pregunté si les gustaría!!!!! No? Bueno… ESO ES EL COMUNISMO!!!!!!

Me devolvió la campera y una maestra me ayudó a bajar. Llegué a casa llorando y asustada. Papá me explicó, como pudo, que eso no era el comunismo. Pobre viejo!!!!! Días después dejé, muy a su pesar, la escuela pública.

Ese fue mi primer contacto con lo que fue la época más oscura de nuestra historia, hijo. Cómo te explico todo lo que vino después? Cómo te digo lo que era vivir con miedo? Cómo te hablo de los secuestros, de las torturas? Cómo te puedo hacer entender que hubo gente que se tuvo que ir del país? Cómo te expreso el horror de los niños robados, del cambio de identidad? Cómo te cuento, hijo?

Tu vocecita interrumpió el devenir de mis cavilaciones…

- Mamiiiii, te estoy hablando… qué fue eso feo que pasó?
- Vení hijo, sentate a upa…

Te sentaste de costado, pasaste tu brazo derecho por mi espalda y me miraste como esperando un cuento.

- Lo que pasó, Keke, es que teníamos una presidente, una que había sido elegida por la gente. Pero unos intolerantes, decidieron que no les gustaba esa presidente ni otras cosas que pasaban en el país y pensaron que podían arreglarlo dándole órdenes a la gente. Además, no se podían discutir esas órdenes y las decisiones las tomaban unas pocas personas sin que el resto del país pudiera opinar.
- Y si uno no quería “hacer esas órdenes”? Imaginemos que una persona pensara diferente…
- Eso fue de lo más feo que nos pasó, hijo. No se podía pensar diferente. Si no se obedecían esas órdenes, hacían cosas feas, como pegarle a las personas, por ejemplo. Esa situación siguió durante un montón de años, hasta que un día, la gente no aguantó más y juntando fuerza hicieron que otra vez pudiéramos elegir un presidente. Uno que nos guste a todos, a la mayoría, y que tome las decisiones consultando con todos los habitantes del país.
- Y si un día ese presidente no nos gusta más? Otra vez viene alguien a dar órdenes?
- No, hijo. Cuando un presidente no hace lo que el pueblo quiere se elige a otro. Por eso hoy es feriado, para que no nos olvidemos de lo que sufrimos como país, para que siempre conservemos nuestra democracia.
- Qué es la democracia, mami??
- Esto, hijo. Esto es la democracia, que puedas pensar por vos mismo, que no tengas miedo de pensar en nada, que vos me preguntes y yo te pueda contestar.

martes, 17 de marzo de 2009

PRIMER MUNDO

Escrito en Octubre y publicado en Noviembre 2002.

Esquina. Una más de Buenos Aires. Barrio, uno más de los porteños. Bocinas, voces, pasos. Ciudad, caos, urbe. Subte. Gente apurada.

Esquina. Ochava.

“- Se lustra, Don?”

Temprano, Huguito –Botines, para la barra- prepara su cajón y medio dormido sale, torpe, sin desayunar. Corre el tren que no pagará para llegar a tiempo a la primera salida del gusano subterráneo.

Botines, ensortijado pelo claro, pesados y grandes ojos caramelo. Botines, doce años de cansancio que trabajan para mamá y un hermanito enfermo.

“-Se lustra, Don?”

Esquina. Día tras día. Hora tras hora. Siempre la misma frase, con lluvia, con sol, con frío, con calor.

Botines aprende de la vida, sabe del país y del mundo lo que le cuenta Puchito, el canillita de media cuadra. No son amigos, pero comparten la calle y para ellos es como la sangre. Cuidarse de la jungla de cemento no es fácil.

Su abuelo le enseñó el oficio. Pomada, cepillos y algunos trapos naranjas hicieron el resto. Aprendió a juntar monedas antes que a hablar. Y mientras faltaba a la escuela tomaba lecciones de hambre y soledad.

La inundación se llevó a su maestro y le dejó a Botines la esquina. Con sus pocos enormes años comenzó a vocear y lustrar. Se tiñó sus manitas de negro y su cara se tiznó. Sus rulos se amedrentaron y sus ojos se almendraron de dolor.

Esquina. Ochava.

Pasaron los años y la esquina se volvió demasiado grande. Ensancharon la avenida. Hay más autos, más gente, más apuro.

En el tren ya no se viaja gratis. Y don Ramón, que le regalaba el sandwich de mediodía, cerró el almacén.

Muy difícil sobrevivir. Ya no hay mamá y el hermanito se curó y creció.

Esquina. Ochava. Ya no hay lustrabotas. Ya nadie sabe de él. Pero los que no estamos demasiado apurados, al pasar por sus baldosas todavía escuchamos:

“-Se lustra, Don?”

martes, 10 de marzo de 2009

EL PINITO DE LA TIA

Un cuentito de la familia para Luchi



La tía tiene un balcón en su casa. Y en el balcón tiene un pinito. Ella me contó que lo tiene desde hace tiempo, desde antes de que yo naciera.

Cuando voy de visita lo miro y, si nadie me ve, lo toco. Un día me pinché con una ramita y lloré mucho, pensé que era un árbol malo. La tía me dijo que los árboles no son malos, pero que tienen ramas con espinas para defenderse de los bichitos y que ese pinito me quería mucho porque me estaba viendo crecer. La miré durante un rato, porque no entendí. Cómo me veía crecer? A dónde tenía los ojos?

Un día salí al balcón de la tía y ví que el pinito estaba distinto. Tenía adornos, luces, cintas… Parecía que estaba de fiesta. Me contaron que sí que era tiempo de celebración, porque se acercaba Navidad. Y ese día pasó algo muy lindo, me alzaron para que pudiera poner un adorno en la punta del árbol. Ahora parece más alto… O yo más pequeño.

Después vinieron unos días en los que salíamos con bufanda a pasear y no me dejaban ir al balcón. Extrañaba ver al pinito. Estaría sin hojas como los árboles de la calle? El tío dijo que no, que a los pinitos nunca se les caen las hojas.

El sábado pasado fuimos de visita con mamá y papá a casa de los tíos y como hacía calor salí con mis primos a jugar al balcón. Busqué con los ojos el pinito y cuando lo encontré me pareció enorme. Fui corriendo a buscar a la tía para contarle. Pero ella me explicó que no, que el que estaba enorme era yo. Me hizo parar al lado de la maceta y le dijo algo al arbolito. Se lo dijo despacito, para que yo no escuche. Pero yo escuché… Le dijo que se agache un poquito para que pueda acariciar suavecito su ramita más alta. Y la pude tocar!!!! Ahora entendí, el pinito me está mirando crecer, pero no tiene ojos, me mira con amor.

domingo, 8 de marzo de 2009

CRONICA DE UN DIA

Mi pequeño homenaje para las mujeres de hoy
(Basado en una historia real)

Viernes, 6:20. Despertador. Rutina de la mañana. Baño. Dientes. Secador de pelo. Ropa. Cambio de cartera. Agua para el mate. Taper para la oficina. Collar, aros. El primer mate, para ella. Tostadas. Zapatos. Primer intento por despertar al hijo mayor. Segundo mate, para ella. Cambio de cartera, para que combine con los zapatos. Tercer mate, para él: “dale… son las 7”. Tercer intento por despertar al hijo mayor. Cuarto mate, para ella. Dormido y a upa, el hijo mayor al baño. Se despierta el hijo menor: “cielo, dale que me estoy yendo”. El mayor, dormido y en pijama en el sillón. El bebé llorando y en brazos. Él, poniéndole el uniforme al mayor. Ella paseando al menor. Quinto mate, para ella. El menor a upa de él. Ella le dá el desayuno al mayor y se va, angustiada, escuchando el llanto del bebé.

Viernes, 7:20. Tren. El de y veinte no viene, toma el de y media. Lleno. Parada, apretada, esquivando las gotas de condensación del aire acondicionado. Si, las que caen adentro del vagón. Retiro… corriendo a la parada del 143… No llega, se va… “Ok, ok… tomemos el 20”, piensa. Camina dos cuadras. Toma el 20 y por el costado derecho pasa, vacío, otro 143.

Viernes, 8:05. Parada del 20, llegando a la oficina. Ella: “Bajás?”. El que estaba en la puerta, con aliento a vino de la mañana: “no, mamita… pasá…”. Ella: “demasiado joven, pelotudo para ser tu vieja… Correte y dejá bajar”.

Viernes, 9:50. Monólogo del jefe reclamando algo que ella había hecho hace 3 años y que él, no se había enterado. Sí, 3 años.

Viernes, 11:00. Reunión. Composición tema: el viejo proyecto que lleva 6 años en desarrollo y que siempre está por ponerse en producción.

Viernes, 13:00. Sigue la reunión. El tema no dá para más. Ella tiene hambre. Desayunó a las 7. Tiene hambre, ya no escucha, se siente mal. No hay café. Quiere comer.

Viernes, 14:00. Terminó la reunión. Se tiene que ir temprano. La señora que cuida a los chicos tiene médico. No se puede ir sin comer. Se siente mal. Come rápido. Ahora se siente peor.

Viernes, 15:00. Toma el 33 a Retiro. Es el cumpleaños de la cuñada de ella. Acordaron con el marido de ella que le regalarían un libro de Maitena. Ella lo podría comprar en la librería de la estación. Retiro. Es tarde. La señora que cuida a los chicos tiene médico. Piensa que puede comprarlo después, cerca de su casa. No sale el tren. Nadie informa por qué.

Viernes, 15:45. Es tarde. La señora que cuida a los chicos tiene médico. Aún no sale el tren. Le avisa al marido. El no la puede reemplazar, está en una reunión de trabajo. Listo. Ella llega tarde. La señora que cuida a los chicos, también.

Viernes, 16:10. Es el cumpleaños de la cuñada de ella. Ella se quiere depilar, pero en la obra de al lado, estuvieron con la rotopercutora calando la medianera y hay 2 cm de polvo de ladrillo en todo el piso del living y el balcón. Ok. Cambio de planes. Ropa de fajina. El hijo mayor: “mami… puedo jugar con la arcilla?” Y sí, ella se lo prometió. Bueno… listo. El nene con la arcilla, ella con el trapo y el bebé, un poco con la arcilla, otro poco con el balde y, cuando puede, la arcilla en el balde.

Viernes, 17:00. La merienda. El agua para el mate. La mamadera en el microondas. La chocolatada en el vaso de Cars con bombilla. “Chicos, la leche”. El mayor: “A mí primero”. El menor: “bua, bua, bua”. Ella: “bueno, no hay problema, les doy a los dos juntos”. El menor a upa, el mayor a la derecha. En una mano la mamadera, en la otra el vaso de Cars.

Viernes, 18:10. Llega el marido de ella. Ella: “menos mal que llegaste, necesito ir al baño… Largo…” Ella en el baño, apenas sentada en el inodoro… “Mamiiiiiiii… piiiiiiiiiis... No aguantoooooooo". Ella: "bueno, pasá..."

Viernes, 18:12. Ella en el baño... Portero eléctrico... El marido de ella: "tengo que bajar... qué hago con el chiquito?" Ella: "Ya salgo... Ni cagar se puede hoy..."

Viernes, 18:20. Ella llama a su madre: "vieja, mañana estoy sola con los nenes... Te querés venir que no nos vimos en dos semanas y de paso me ayudás a cocinar para el cumple del nene?" La madre de ella: "Me gustaría, pero bla, bla, bla, bla..."

Viernes, 19:00. Es el cumpleaños de la cuñada de ella, dijimos. Ella iba a comprar un libro en Retiro. Pero se le hizo tarde, también dijimos. El marido de ella: No te preocupes, vamos a la sucursal de Cabildo y Juramento. Los chicos colaboran, guardan la arcilla, los juguetes. Se cambian de ropa y salen apurados. El hijo menor se engancha en la cintura del pantalón y sale 'volando' el botón. No importa, la remera es larga. Vamos.

Viernes, 19:30. Librería. Ella le pregunta al vendedor: "Tenés algo de Maitena?" El vendedor: "Todo agotado... Por el día de la mujer, viste... A ver... Me fijo el stock en la computadora... Mirá... queda sólo uno en la sucursal de Retiro". Ella se dá vuelta como para irse pateando las estanterías y ahí, negrito, solito, la saluda un libro. Ese que busca desde hace tiempo... "Las venas abiertas de América Latina". Ese que una vez prestó y no recuperó. El de la lucha de otros tiempos, de todos los tiempos. Mira para afuera y ve a la familia en el auto, la que le da sentido a su vida. Por la que lucha hoy y todos los días.

Viernes, 19:45. Ella agarra el libro, no pregunta cuanto cuesta, paga y se va. Se va contenta, a compartir el resto del día con su familia, con cara de MUJER.