viernes, 14 de agosto de 2009

DOS PAJAROS DE UN TIRO



Yo pensé que me tomaba el pelo. Literalmente. Cada vez que yo decía algo en voz alta, seguía su comentario:
- Te voy a llevar a mi casa para que me apuntes. Yo tendría que contestar así.
- Ves? Así hay que ser. La piba tiene las cosas claras.

La miraba como quien ve pasar un bondi que no va a tomar y seguía mi camino. Me molestaban un poco sus frases. No. No me molestaban. O sí. Bueno, no sé. Creo que me divertía. No teníamos mucho trato, pero era casi una cómplice neuronal. Se sentaba del otro lado del piso. Del lado del jefe. Sí. Era divertido. Antes, algunas de mis ácidas palabras quedaban boyando en el éter. Ahora tenían respuesta, pero no podía descifrar si era por compinche o me burlaba en la cara.

Un día no estuvo más. Un día. Dos días. Tres días. Una semana. Y, viste, feo lo que le pasó. Así me dijeron. Feo. Está internada. Terapia. Ah, pobre. Dos semanas. Tres. Está mejor. Sí, parece que se recupera, eh?

Y se recuperó. Ahí me enteré. Un poco me enteré. Cosas que se comentan cuando todo ya pasó. Y entonces te cuentan. A medias, pero te cuentan.

Y después hubo una serie de cambios. En el trabajo. Y la pasaron de mi lado del piso. Atrás de una columna. Buena música, ponete a Clapton.
- Cruzo a comprar comida, alguien quiere algo?
- Traje de casa. Empanadas. Las hice yo. Compartimos?

Y después hubo una serie de cambios. En la vida. No sabía que fumaba. Tampoco que escribía. Sí que tenía una hija y muy linda. Le conté que escribía y me fui de vacaciones. Me fui con una amiga. No, no. Me fui con mi familia, en el auto. Pero con una amiga en el corazón.

Parece que es de toda la vida. Somos tan distintas. Somos tan parecidas. Es mi cómplice, casi mi secuaz. Mi contrapunto de escritorio y mi lectora adepta. Soy su fanática y su lectora adepta. Me lee la mente y arma frases para que las termine. Nos reímos de cosas que no causan gracia y lloramos de la risa. Caminamos. Tomamos vino por facebook y viajamos juntas en sms.

Y nos cambiaron de escritorio. Sí, otra vez. Pero ahora sin columna. Ahora nos vemos las caras. Ahora que ya no hace falta, nos vemos las caras. Buena música, ponete a La Varela. Dale. Alma de Loca.

No trabajamos juntas. Bueno, sí. Juntas físicamente. No sé ni qué hace. Pero somos amigas. El trabajo fue una excusa. O un Kinder sorpresa. Tomamos mate. No, en la oficina no. En casa o en su casa. Vamos al teatro. Hablamos por teléfono. Es rara. No, no. Mi amiga no es rara. La relación es rara porque parece que nos conocemos desde chiquitas. Es rara. Mi amiga. Mi amiga también es rara. Debe ser porque somos parecidas. Somos distintas. Por eso somos amigas. Como Thelma y Louise. Raras por distintas, no por especiales. O sí, especiales. Ezpeziales.

Ahora se va a operar. Porque es rara. No, la operación no. Mi amiga es rara. La operación es común. Estética. Creo que está cansada de que la miren como bicho raro, entonces va a hacer algo para que la miren de otra forma. O con otra forma. O con más forma. Por eso digo que es rara. Porque no es un bicho y raros somos todos. El punto es que algunos lo reconocemos y otros no. Igual, le van a quedar bien. Ahora va a ser más rara porque le ponen pero no le sacan. No, no. Del mismo lugar no. Digo que no le sacan nada de la cabeza. Entonces va a ser más rara que antes. Somos parecidas. No, no. Yo no me hice las lolas. Somos distintas. Por eso somos amigas. Como Huckleberry Finn y Tom Sawyer.

Se toma vacaciones, obvio. La voy a extrañar. No, no. A mi amiga no, si nos vamos a ver. La música, digo. La voy a extrañar. Ponete la de los viernes. No, mejor, hoy pongo yo. Buena música, pongo algo de Serrat o de Sabina. O de los dos. Dos pájaros de un tiro.