sábado, 28 de noviembre de 2009

EL FUTBOL, ES OTRA COSA

Te acomodaste rápido en la silla y te dejaste la campera puesta. A mí, en cambio, me llevó tiempo deshacerme del tapado. No por torpeza, sino porque entretuve la mirada en recorrer tanto barrio y tanta cultura en el ambiente. Casi te diría que era el espacio propicio para lo que te tenía que contar.

Cosa rara la que te tenía que contar, de esas que a veces pienso, que sólo me pasan a mí. Y cuando me pasan, nadie mejor que vos para escucharlas.
- Pidamos algo y te explico –dije.

Como siempre, miramos la carta de papel marrón y elegimos cuatro o cinco variedades de picadas con cerveza, para luego ordenar un tostado con una lágrima.

Mientras el mozo tomaba el pedido y ponía la mesa, nos entretuvimos comentando los pequeños recortes culturales impresos en los individuales de papel. Necesitaba tiempo para pensar por dónde empezar.
- Te cuento? –Y abriste los ojos con aire tanguero como diciendo hace rato que callo y espero.

Y empecé a hablar pausado, impostando la voz, casi como un relator que cuenta una historia que no le pertenece.

Resulta que el martes pasado, me encontré con mi abuelo en la calle. No es raro que uno se encuentre con su abuelo, lo raro es que el mío murió hace quince años.

Primero lo miré pensando ‘qué tipo parecido al Lolo, ese’, pero inmediatamente el hombre se me acercó como si me hubiera visto ayer.
- Uy! galleguita...- me dice y me dá un beso así nomás, te digo, como si me hubiera visto ayer.

Cómo te explico que la primera reacción fue respirar para ver si me entraba aire a los pulmones o me había muerto sin querer ni avisar.

Como respirar respiraba, instintivamente y muy natural, le contesté:
- Lolo, que hacés acá? –Yo me refería a qué hacía acá, en la tierra, en la de los vivos, pero el entendió que le preguntaba qué hacía ahí, en México y Bolivar.
- Vengo a que me revisen la Spica- me dijo como si me hubiera visto ayer.

No es que quiera ser reiterativa, Mime, pero lo hacía con tal naturalidad que aún estoy sorprendida.

Hasta la ropa era como si se la hubiera puesto recién. Tenía un pantalón de franela azul, un sweater escote en V, una camisa y seguro que abajo llevaba camiseta blanca de algodón y unos CASI. Sobre el sweater, una bufanda marrón de las que usan en el campo cruzada sobre el pecho. Zapatos también marrones de pana a cuadros, de los que parecen pantuflas, pero con suela de goma.

Me dijo que vino a revisar la SPICA y me mostró la radio que traía entre las manos. Estaba como siempre. La radio también. Con la funda curtida de cuero marrón y el audífono blanco, ese auricular para un sólo oído, colgando del costado.
- Primero pensé que no tenía pilas, pero tenía -me dice- porque la radio andaba.

Parece que el abuelo quería escuchar la oral deportiva y no había partidos. No es que pretendiera escuchar a Muñoz, pero dice que terminó el clausura, escuchó los últimos partidos y los amistosos de pretemporada, pero que ahora no puede escuchar los partidos del apertura.

Si Mime, ya sé que no te interesa el fútbol, pero escuchá, esto es otra cosa.

Le dije que yo trabajaba por acá, en San Telmo y que lo acompañaba. Lo tomé del brazo y caminamos. No me mires así. Lo tomé del brazo, no era un espectro, estaba ahí, a mi lado.

Me seguís? Como no podía escuchar los partidos, pensaba que no funcionaba la radio. Pobre viejo!!!
- Mirá Lolo -le dije- tu radio no tiene problemas. No hay partidos. No hay fútbol.

Le tendrías que haber visto la cara. Se le oscureció la mirada y hasta el bigote parecía acongojado. El abuelo es un tipo de los de antes, Mime. Un básico pasional, viste? El fútbol se juega en la cancha y si lo televisan, bueno, que suerte, pero él va a la cancha. Tiene su carnet del rojo que es una libreta chiquita de dos hojas con tapitas de cuero y una foto de cuando tenía pelo. Cuando en el club hicieron los cartones plastificados, se lo mandaron, pero él siguió usando la libretita.

Se acerca el mozo con los tostados y nos mira pidiendo permiso como si estuviéramos de confesión. Te escucho decir “Gracias” y me doy cuenta de que hacía rato que no escuchaba tu voz. Pero hay más. Sigo.

Se había hecho un largo silencio y pensé que me tocaba hablar.
- No hay fútbol porque hay muchas cosas en juego. Por un lado hay clubes con muchas deudas y los jugadores no salen a la cancha. Por otro lado está el negocio de la televisación de los partidos. Parece que la AFA tenía un arreglo con TyC y se terminó el arreglo, entonces no hay quien pase los partidos por la tele. Y eso es mucha plata, abuelo.

Me volvió a mirar como si hablara en otro idioma. El segúia pensando en la cancha. Me preguntó qué tenía que ver la tele.
- Mirá galleguita, tenés que estar confundida. El fúlbo no se puede cortar, es algo que forma parte de todos. Qué hacen los jugadores si no juegan? Vos sabés lo que es ponerse la casaca para el partido? Jugar es su trabajo, pero eso es lo menos importante, sabés? Esos muchachos se juegan la sangre en cada pase, transpiran pasión, corren para la hinchada... no son actores de la tele, qué les importa si los filman o no? Mirá -me dice y traga saliva, como si se acomodara los dientes- Te acordás cuando empatamos con Talleres allá en Córdoba y ganamos el Nacional con ocho? Los muchachos trajeron la copa y vinieron a dar la vuelta a Avellaneda. Yo te llevé a la cancha conmigo. A upa te llevé.

Se me llenaron los ojos de lágrimas, nena. Cómo no me voy a acordar, hasta lo que tenía puesto me acuerdo. Pero no me miró, siguió hablando inmerso en su orgullo rojo.
- Para la gente dieron la vuelta, no para la tele. El estadio estaba lleno... no te acordás no? Una banderita te compré... con el escudo en el medio. Y vos, en brazos la movías para todos lados y cantabas DALE ROOOOOOJOOOO en la platea. Te agarrabas fuerte con un bracito sólo. Teníamos a los jugadores casi al alcance de la mano. Te parece que la tele es igual? Hacé el favor!!!

Se estaba enojando, Mime. Apretó el puño libre y se enpezó a frotar los dedos contra el pulgar como si se limpiara algo pegajoso. Te confieso que hice un largo silencio. Me estaba retando como cuando cruzaba por delante de las hamacas en el parque Lezama.

Además tenía razón. Te aburro, no? Yo sé que no te interesa el fútbol, amiga, pero esto es otra cosa, estamos hablando de valores, entendés, pasiones, sangre, amor propio. El abuelo es un básico, te dije, pero mirá que clara que la tiene.

Después del silencio, le apreté el brazo del que iba enganchada y le dije que sí, que pensaba como él, pero que lamentablemente no había fútbol por lo que yo le decía y que le fuera a pedir explicaciones a Grondona.

Para qué le habré dicho eso. Me miró con el ceño fruncido y me espetó que si yo hablaba de Julio Grondona, que cómo Don Julio iba a parar el fútbol, si él era el fútbol.
- Vos sabés de dónde es Grondona? Es de Sarandí, galleguita, sabés las veces que fuimos a la ferretería? Vos sabés lo que trabajó ese hombre? Y todo lo que hizo por Independiente? Mirá, está todo muy raro. Yo sé que las cosas van cambiando, pero me siento aturdido. En apenas unas horas y una caminata se me vinieron abajo la dignidad, el respeto, el valor de las cosas.

Caminamos unos pasos más y yo lo miraba atónita, él no levantaba la mirada del piso. Cuando alzó la cabeza, me miró y ví que tenía los ojos mojados, parecían de vidrio. Estaba triste, nena, estaba triste.

Hice un ademán como para abrazarlo y decir algo, pero se me adelantó.
- Dejá, galleguita, me debo estar poniendo viejo.

Estaba abatido. Volvió a bajar la cabeza y esta vez se concentró en la SPICA que tenía en la mano.
- Entonces vos decís que esto anda bien?
- Si, Lolo, anda perfecto, es el mundo el que anda al revés.
- Seguís yendo a la cancha, petisa?

No le contesté.
- Bueno, me vuelvo, entonces –y mientras lo decía señaló el cielo con la mano cerrada y el pulgar en alto.

Recién ahí Mime, me acordé de lo que pasaba y lo miré como si fuera un fantasma. Me apretó la mano, se dió vuelta y caminó en sentido contrario.

Se mezcló entre la gente mientras a mí me rodaba una lágrima gorda por la mejilla. Con un hilo de voz, le dije:
- Chau, abuelo. Saludos al viejo, si lo ves.

Para mi abuelo, de su galleguita. Ese abuelo de quién me acuerdo cada día, pero más, cuando gana independiente.



2 comentarios:

"Quien escribe es escritor sólo si ha encontrado quien lo lea."
Gracias por leer y comentar!!