viernes, 31 de diciembre de 2010

BRINDIS 2011

En pocas horas estaremos despidiendo el año y la década. La primera del siglo. En pocas horas estaremos chocando cristales para archivar lo que fue y desear el porvenir. Así pues, al levantar mi copa brindo por el 2010.
Brindo por el verano, por las sosegadas vacaciones en Mardel con Ricky Fort en la playa de al lado.
Brindo porque no haya más DNU como los que removieron a Redrado ni superpoderes para vaciar el Estado.
Brindo por la memoria de Sandro y por la de Kirchner. Por el respeto que merece un presidente de la democracia, porque le pongan su nombre a una calle y no lo beatifiquen.
Brindo porque Cerati regrese a estar con nosotros y porque a Massera lo persiga en su tumba por siempre la memoria de todos nuestros muertos. Por la condena de Videla y porque no venga nadie luego con una amnistía porque le da pena.
Brindo porque la Tierra nos perdone el maltrato y ya no tome venganza con pueblos como el haitiano. Porque ya no se sacuda y si lo hace no tenga en vilo a treinta y tres familias y a todo el planeta llorando con el rescate y por la amante descubierta.
Brindo por los ovarios que aportó Julieta a nuestra familia, por sus cachetes y por las caricias de sus manitas.
Brindo por las lágrimas derramadas en marzo al ver a mi nene grande entrar a primer grado. Brindo también por mi hijo chiquito, mi morochito del alma, que dejó sus pañales. Se lo agradece el presupuesto aunque me haga dar cuenta que ya bebé no tengo.
Brindo por el Bicentenario, por la gran convocatoria, por ver la gente en las calles esta vez sin cacerolas en mano.
Brindo por el mundial que no ganamos, por Maradona y por los que la siguen mamando. Porque Messi se acuerde que es argentino, y porque las plegarias que hicimos sirvan para pagar los LCD que adquirimos.
Brindo por el matrimonio igualitario, porque sigan existiendo las diferencias, la libre elección, la no discriminación ni de sexo, ni de etnias.
Brindo por el baño que no renovamos y el auto que no cambiamos. Por los muebles para los hijos y la carpa que nos compramos.
Brindo por los números, por los del Indec, por los índices paralelos, por los de la ANSES, por la sensación térmica y por los de mi cuenta bancaria.
Brindo por internet, por la vida 2.0, por los amigos con los me contacta y por el tiempo que me saca. Por la licencia de Fibertel anulada y por Arnet que me vende un paquete y dice que no me cobra nada.
Brindo entonces por Mente Literata, que me colma de emociones, por los dos post que publicó Oblogo y por todos los que leen y comentan.
Y por Ella & Mi, que me invade de sonrisas, que crece casi sin que se lo pida y que empieza el 2011 pidiendo pista.
Brindo por las garantías constitucionales, para que el derecho de peticionar a las autoridades sea sin violencia, pero que sea escuchado. Para que ya nadie tenga que pedir por su vivienda, ni por salud, ni educación. Porque los deberes del estado sean responsabilidades y no objeto de disputa electoral.
Brindo por la Sudamericana, por jugar la Libertadores, y por el apertura no brindo porque no se me da la gana.
Brindo también por mis sobrinos egresados, Luchito de preescolar y María Luz de séptimo grado. Por Pedro, que cumple con la década, para que le duren muchos años los abrazos de oso antes de que le de vergüenza. Porque Alejo me diga “tía Adri te quiero”, de corrido y en castellano, o que me alcance el sueldo para un curso de coreano.
Y llenemos otra vez la copa, que brindo por el 2011.
Brindo por las elecciones que vienen por Ricardo Alfonsín y porque regresen los valores.
Brindo por los diez años que cumple la libreta roja en agosto, porque lo celebremos como siempre, juntos, con amor, comprensión, sexo y admiración.
Brindo por mi familia, por mis amigos, porque deseemos poco y estemos todos.
Brindo por Independiente, por el orgullo, por la camiseta, por la memoria y por otra vuelta en la cancha nueva.
Brindo por el jefe recién estrenado, por el ascenso y porque valga la pena un nuevo proyecto, que sea exitoso y se refleje en el sueldo.
Brindo por un país que, en definitiva sea feliz. Por un suelo en el que nuestros nietos tengan futuro.
Brindo por mí, por vos, por nosotros. Por los que ya no están pero estarán siempre.

CHIN CHIN

martes, 28 de diciembre de 2010

SIN SOMBRERO

Un cuento de Navidad para mis hijos, y para todos los que creen
que es un tiempo de esperanza.

Está terminando diciembre. Hace mucho calor. Se levantó temprano para llevar el desayuno a los siete niños que viven bajo el puente. Con su rostro blanco, casi transparente, les entregó la leche y un budín casero horneado anoche. De su boca pequeña y franca brotan pocas palabras, pero su sonrisa es sincera y elocuente.
Se alejó a paso lento, con su largo y liviano vestido al viento, con el pintoresco sombrero hongo aprisionando su largo cabello sutilmente rubio. Caminando por las calles como si fuera abstracta, pasó el resto de la agobiante mañana retirando ropa que había mandado a remendar y zapatos que encargó arreglar. A mediodía ya no podía cargar más bolsas en sus delgados brazos. Pasó por su casa, dejó los fardos tras la puerta y siguió andando bajo los rayos poco amigables del sol de verano.
Recorrió varios negocios juntando cajas de cartón y agradeciendo que estuvieran limpias dejaba un cantarín saludo de navidad a cambio. Etérea, a pesar del sofocante andar, entró a una mercería y consiguió varios rollos de cinta roja.
Regresó a su hogar y, sin entrar a la casa, tomó las bolsas y sobre el pasto del jardín comenzó a distribuir en las cajas ropa, zapatos y unos pocos juguetes. Cerró las cajas con cinta roja y las cargó en dos grandes carros. Fue hacia la cocina y salió de ella con un par de bolsas con pan dulces que ella misma había preparado.
Cansada, pero aún con la sonrisa, miró hacia el cielo a tiempo para saludar a la primera estrella y se dirigió con los carros hacia el bajo. Unas veinte cuadras la separaban del barrio más humilde de la zona.
Al llegar, unos pocos que la conocían la saludaron. A ellos les entregó las cajas y a unos niños que se acercaron les encargó distribuir los pan dulces. Abrazó a los más pequeños y, sin sacarse el sombrero hizo un gesto a todos y se fue caminando despacio, como para descansar las ampollas que tenía en los pies.
Entró a su casa y sin encender la luz tomó mucha agua. Se sentó luego en el costado de su cama, abrió la ventana y mirando a la misma estrella que antes, se quitó el sombrero, acomodó su aureola sobre el cabello y dijo con un hilo de voz: “Gracias y Feliz Navidad”.

martes, 16 de noviembre de 2010

GRACIAS POR LA X


Hace unos días tuve un encuentro casual con un conocido del mundo laboral. Digamos que este señor es uno de esos tipos con estrella que, laburando poco pero haciendo que se vea mucho ese poco, se supo rodear de gente influyente, que le permitió ir creciendo. En todos los trabajos que le conocí, siempre estuvo dos “ravioles” más abajo en el organigrama que esos seres influyentes de los que se rodea. O sea que juega de alcahuete y recomendador de turno. Es un perejil bien rodeado e influyente. Hacía unos meses que no lo veía y me sorprendió tropezar con él en territorio ajeno. Nos saludamos e intercambiamos preguntas de rigor y cortesía sobre la familia y el trabajo. Sobre este último punto me dijo que estaba con proyectos nuevos y viendo la posibilidad de crecer.
Tuve un Déjà vu.
Seguimos conversando y se preocupó por mi trabajo, como si yo le hubiera manifestado disconformidad por mi presente. Sacó a relucir sus influencias y me hizo una oferta laboral que, por supuesto, se encargó de disfrazar de irresistible: “Viste que yo conozco a Pirulo, de Pirulín Pirulero S. A., está en plan de expansión y siempre está con estos temas. Vos sos muy buena en eso, tenés experiencia, tu curriculum le va a encantar, hay posibilidades ciertas de crecimiento, hay buena guita, bla bla bla… Si querés yo hablo por vos, siempre suma recomendar buenos profesionales…” Gesticulaba muy contento por mi promisorio futuro y mientras yo me preguntaba en qué momento le había dicho que buscaba trabajo comienza a decir cosas entre líneas: “Seguramente no vas a tener problemas, hay que “ma-ne-jar” un temita de números, “viste?”… Las presentaciones con accionistas e inversionistas tienen que “dar bien”, me entendés, no?... Pero vos sos una mina piola, hay que decir lo que conviene decir…”
Paramnesia. Ya había enfrentado otras veces estas situaciones. Jefes. Amigos. Profesores. Hasta algún que otro familiar me habían mirado socarrones tratando de explicarme cómo era una buena forma de crecer y sin que se los pidiera mostrarme cuán equivocada estaba y cuán “piola” podía ser.
Me sentí atrapada en el eterno retorno y se notó, porque me miró y me dijo: “Parecés confundida… che, vamos… vos sabés de números”
Si, claro, le contesté. Tengo un buen manejo de los números. Desde chica mi padre se ocupaba de plantear enigmas matemáticos durante los almuerzos y cenas para que los disipara mentalmente. Me recibí en Ciencias Económicas, formo parte de un par de selectos grupos con los que jugamos a desafiar nuestra capacidad resolviendo acertijos lógicos. Recuerdo la tabla del 3 y conozco la relevancia del 7 en el universo. Leí todos los libros de Paenza y soluciono cualquier SUDOKU en tiempo record. Sí, claro que sé de números.
Sé que mi abuelo viajó 37 días en la bodega de un barco para llegar a la Argentina comiendo cada 3 días y llegó con hambre atrasada para dedicar más de 50 años a transmitir honestidad a quienes sembró en este país. Sé que 30 de esos años los dedicó a pelear contra los sindicalistas siendo delegado de la fábrica. Sé que no le alcanzaba su salario para remedios e hizo 18 días de cola para conseguir Penicilina de manos de Evita para salvar a su hermana y no pudo. Pero nunca aceptó el dinero ni las armas que le ofrecieron en el sindicato.
Sé que mi vieja, para darnos de comer y mandarnos al colegio, cuando no había laburo empeñó y perdió un anillo de oro con 8 pequeños rubíes incrustados, uno por cada año de novia, 10 esclavas de oro, un par de aros también de oro, recuerdo de sus 15 años y el medallón de su abuela.
Sé que cuando la empresa de mi viejo quebró durante el famoso Rodrigazo y sus 2 socios huyeron, papá vendió hasta el auto a la mitad de su valor para pagar hasta el último peso de indemnización a sus empleados realizando todos los aportes jubilatorios correspondientes.
Ves que sé de números? Sé que pertenezco a ese porcentaje de idiotas que no dibujan informes. Sé que puedo contar valores, pero no acciones del mercado, eh? Valores de formación. De esos que, seguramente, no me permitirán tener tus influencias, pero sí dormir tranquila y mirar a mis hijos a los ojos sin tener que bajar la mirada.
Cuando mi viejo no tenía laburo, tuvo la ocasión y el tiempo de ayudar a más de un vecino con la instalación eléctrica de su casa. Gratis, obvio. Y ese valor se llama solidaridad.
Y cuando tenía trabajo y llegaba tarde a casa, se iba al club del barrio a armar una sociedad de lectura y biblioteca para sacar a los pibes de la calle. Gratis, obvio. Y ese valor se llama altruismo.
Y en ocasión del despido de compañeros de trabajo, tomó una fábrica aún a costa del escrache y la persecución ideológica. Sin pretender ningún puesto político, obvio. Y ese valor se llama fraternidad.
Y cuando en mi colegio no se respetaban los actos patrios, enfrentó al Director puesto por la dictadura en pro de nuestra historia y nuestros próceres. Y me cambió de colegio, obvio. Y eso se llama defensa de los valores nacionales.
Ves que no tengo problemas con los números? Mirá todos los valores que puedo contar. Vos decís que soy una mina piola… Que soy una mina salta a la vista. Gracias pá, por la X de tu cromosoma 23. Lo de piola…

miércoles, 10 de noviembre de 2010

AGUA












Corre.
Lenta, cantarina,
entre pedregullos,
en medio de hierbas,
cuesta abajo en la colina.

Fluye.
Noble, cristalina,
bañando los yuyos,
mojando la siembra,
sorteando huellas de la vida.

Yace.
Quieta en la orilla,
añorando su arrullo,
abrazada a las piedras,
inmersa en la noche. Dormida.

domingo, 31 de octubre de 2010

CARRUSEL

Gira. Mientras la música suena, gira. Cada uno va en su corcel sonriendo y saludando. Algunos suben, otros bajan. Están los luchadores, los atrevidos y algún que otro prepotente que montan sobre la fila externa y están quienes quedaron rezagados, los tímidos o los que, cómodos eligieron retozar en la fila interna.

Dan una vuelta. Dos. Y tres. Pausa para pensar. Cambiar o seguir. Algunos permanecen en su caballo, otros cambian al de adelante, y no falta quien se apresura y se abre paso para ocupar el landó que dejó vacante el petiso que se bajó. Boletos. Siempre hacen falta boletos. Vuelve a girar y envuelve el aire una alegre y trillada polifonía. En algún punto, la sortija. Quién no quiere la sortija? Algunos permanecen del lado de adentro. Otros hacen trampa. Es sólo un instante de la vuelta, pero suficiente para mostrar quién es quién. Algunos miran de soslayo. Otros sólo ríen. Y están aquéllos para quienes es el todo o nada. Y el calesitero elije, como un dios superpoderoso. Zarandea el sortijero y esquiva una mano o lo deja quieto y le sirve en bandeja la vuelta adicional al preferido. Y así nomás alguien tiene un giro gratis y mirará triunfante a los otros como si fuera mérito propio.

Si estás arriba seguís rodando así, hasta que se te acaban los boletos y no te toca la sortija. Entonces te bajás. Y el carrusel sigue girando, para otros. Como la vida, que siempre sigue andando, hasta que un día, lo hace sin vos.

domingo, 17 de octubre de 2010

HAY LUNA AFUERA

Para mis hijos.
Para cada uno de ellos.

Hay luna afuera y camino, desde mi cuarto al tuyo, para ver que tus sueños sean serenos y buenos. Te acaricio despacito para no despertarte, pero lo suficiente como para grabar tu suavidad en mi mano. Te beso la mejilla, lentamente, para que se guarde tu sabor aún niño en mi boca. Me alejo unos pasos, ya regresando a mi lecho, y volteo a mirarte con ojos luengos, para alcanzarte en este minuto, antes de que crezcas ya tanto que tenga que pedirte permiso para poderte abrazar.

Hay luna afuera, hijo, y hay otra estrella desde que soy tu mamá.

martes, 28 de septiembre de 2010

SYRAH

Qué umbrosa está la noche. Ni luna hay para acompañar mi tormento. Hoy quisiera ser huérfana de tu memoria. Miro las fotos y algunas las rompo. Otras las observo durante un rato para luego mojarlas con lágrimas, como las imágenes del último cumpleaños, en las que hay amigos, que ya no sé si lo seguirán siendo. En mi soliloquio de angustia encuentro muchas fotos que no nos sacamos, las que me hubiera gustado tener.

En esta caja hay también una bolsita con mis nostalgias y tus desdenes: una hoja de taco calendario en la que dibujaste un corazón, la sortija de aquella calesita que hiciste andar sólo para mí, un par de entradas de cine, los comprobantes de cada transacción de tu fábrica de mentiras. Tus conquistas, mis capitulaciones.

Sangro en tanto te revivo y voy regando de rojo el desandar. No sé cómo me convertí en parte de tu solaz travesura. Me hundo en el delirio de la culpa que no tengo mientras desgarro otra foto y la trama de tu intriga.

La botella se vacía indiferente mientras bebo de mi mar de lágrimas. Qué oscuro se ve todo ahora que tengo luz sobre el pasado. Miseria y locura. Desvarío y desdicha. Ahogo y pasión. Tu amable felonía como buen maridaje de mi carne trémula de entonces. Tan sólido te mostraste y austero de vanidades como mi alma necesitaba. Lamento aún tener tu prolongado sabor en mi boca.

Estoy borracha y cansada. Tu aroma profundo me tortura y la vigilia me pesa, como pesa la copa en la mano, y como este vino, que se te parece y se acaba, se instala en mis venas y me confunde. Sin querer, me ayuda anárquicamente a recordarte así, vigoroso, intenso y ácido, como este syrah con el que pretendo olvidar.

lunes, 13 de septiembre de 2010

El Zorro y el Conejo Blanco

Para Rocío, y para todos los que, como ella, se atreven a ver y a sentir un poco más allá del sol.

La mañana transcurría como todas, apacible, lozana, diáfana. Los árboles se veían frondosos, exuberantemente verdes. El cielo se tornaba celeste de a bostezos y lucía nítido el horizonte. El Zorro estaba hechado en la tibieza húmeda de la hierba cuando de pronto pasó corriendo un Conejo Blanco de ojos rosados.
- Buenos días –dijo el Zorro.
- ¡Oh, Dios, voy a llegar tarde!...
–dijo el Conejo sin siquiera reparar en el Zorro. Sacó un reloj del bolsillo del chaleco, lo miró y luego siguió caminando muy de prisa.
El Zorro quedó tendido largo rato pensando que jamás había visto un Conejo que usara chaleco y menos que tuviera reloj para sacar del bolsillo. El sol templaba su letargo matutino y humedecía sus ojos con los rayos nacientes.
Al ratito oyó ruidos de patitas a la distancia, y con toda prisa se secó los ojos para ver qué pasaba. Era el Conejo Blanco que regresaba, espléndidamente vestido, con guantes de cabritilla blanca en una mano y un gran abanico en la otra. Trotando muy apresurado, murmuraba para sí: “La Duquesa se pondrá furiosa si la hago esperar”.
- Buenos días –dijo el zorro.
El conejo se sobresaltó violentamente, dejó caer los guantes de cabritilla y el abanico y se dio a la fuga (…) tan rápido como pudo.
Un momento después, el Zorro, volvió a oir el repiqueteo de unos cortos pasos sobre el prado. (…) Era el Conejo Blanco que regresaba al trotecito y miraba ansiosamente por todos lados como si hubiese perdido algo.
- Estoy acá –dijo el Zorro- bajo el manzano…
- ¿Qué estás haciendo aquí (…)?...
- Soy un zorro –dijo el Zorro.
- Corre a casa inmediatamente y tráeme un par de guantes y un abanico… ¡De prisa, vamos!...
- No puedo (…) –dijo el Zorro- No estoy domesticado.
- Patricio, Patricio, ¿dónde estás? (…) ¡Ven aquí y ayúdame a salir de este lío! –balbuceó el Conejo con voz llena de cólera.
- No eres de aquí –dijo el Zorro-. ¿Qué buscas?
- ¡Alcánzame los guantes inmediatamente!
El Zorro, confundido, se quedó pensando. Por qué corre? Por qué dá órdenes? Por qué no me escucha?
Más tarde, comenzó a andar y a disfrutar del día que se le ofrecía sin más. De repente escuchó que le hablaban:
- El día está… muy lindo, ¿no? –dijo una vocecita tímida (…) que lo miraba a la cara con mucha inquietud.
El Zorro se dió cuenta de que el Conejo Blanco caminaba a su lado, pero apenas abrió la boca para contestar se dió cuenta de que no debía hacerlo.
- Sh!! –imploró el Conejo en voz baja y con mucha prisa. Luego se volvió a mirar por sobre el hombro mientras hablaba y después se empinó en puntas de pies y poniendo la boca junto al oído (...), le dijo- Está bajo sentencia de ejecución.
- Los hombres -dijo el Zorro- tienen fusiles y cazan. Es muy molesto. También crían gallinas. Es su único interés. Buscas gallinas?
El Conejo muy asustado le murmuró: -Por favor, silencio! Que te va a oir la Reina…
-Es posible -dijo el Zorro- ¡En la Tierra se ve toda clase de cosas... (...)
-Acaso dijiste: "Qué lástima?" -preguntó el Conejo Blanco.
El Zorro pareció muy intrigado: -No
Y el Zorro volvió a su idea: -No soy para ti más que un zorro semejante a cien mil zorros. Pero, si me domesticas, tendremos necesidad el uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo...
El Conejo se alejó y dejó al Zorro suspirando. De repente, miró hacia atrás y vio una comitiva de personajes. Entre ellos (...) reconoció al Conejo Blanco que hablaba con mucha prisa y muy nervioso sonriéndose a todo cuanto se le decía.
El Zorro se acercó al Conejo y volvió con su ruego: -¡Por favor... domestícame!
-Todavía no -se apresuró a interrumpir el Conejo Blanco-. Hay muchas cosas que hacer antes de eso.
-Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Compran cosas hechas a los mercaderes. Pero como no existen mercaderes de amigos, los hombres ya no tienen amigos. Si quieres un amigo, ¡domestícame!
El Conejo Blanco se puso los anteojos. -Por dónde empiezo (...)?
-Hay que ser muy paciente -respondió el Zorro- Te sentarás al principio un poco lejos de mí, así, en la hierba. Te miraré de reojo y no dirás nada. La palabra es fuente de malentendidos. Pero, cada día, podrás sentarte un poco más cerca...
El Conejo, apresurado, se acercó al Zorro y con la voz aguda y entrecortada le dijo:
- (...) Ese debe ser un secreto, reservado, entre tú y yo.
Miró al Zorro y vió que iba a llorar. No supo qué hacer, ahora que tenía un amigo y huyó.
Los altos pastos crujieron bajo el paso apresurado del Conejo Blanco.
-Adios -dijo el zorro-. He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos. (...) Eres responsable para siempre de lo que has domesticado.

El Zorro no supo si el Conejo lo había escuchado. El Conejo no supo si el Zorro había llorado, pero ambos se habían encontrado. El milagro había obrado, aunque el encuentro, fuera en un cuento.


Los textos en bastardilla corresponden a citas textuales de "Alicia en el país de las Maravillas"
(cuarta edición de la colección Biblioteca Billiken del año 1975, Editorial Atlántida)
y de "El Principito" (quincuagésimo tercera edición del año 1974, Editorial Emece)
A Lewis Carol y a Antoine De Saint-Exupery,
perdón por la licencia de tomar prestados sus textos y
gracias por la magia que acompañó mi infancia y sigue alimentando mis días.
A mi viejo, gracias por estos dos libros y por todos los demás.

domingo, 12 de septiembre de 2010

BUENDIA

Sube al vagón apurada y taconeando. La miro desde mi asiento. Los pies le miro, los quince centímetros de taco que la prolongan. Tacos de charol, charol ajado, cuarteado, gastado.
No más alta que yo, voluminosamente delgada, tiene minifalda negra, ajustada, remera de lycra violeta con inscripciones en plateado, chaqueta negra a la cintura, entallada y medias negras.
Lleva una cartera enorme, negra, de tiras largas y una botella de Aquarius pomelo de litro y medio recién abierta y sin tapa.
Se sienta enfrente mío y acomoda sobre su falda la cartera y sobre el hombro derecho su espeso y largo cabello también negro que usa recogido en una cola de caballo alta que le llega hasta la cintura.
Es muy bonita. Llamativamente hermosa, maquilladísima para las siete y media de la mañana. Los ojos grandes, rasgados con delineador negro. Los párpados amplios, felinos, con sombra gris platinada. Largas pestañas arqueadas con rimmel, espesas, artificiales, grumosas. Cejas gruesas y depiladas enmarcan su vista profunda y desafiante. Honda la mirada que abrazan. Aros grandes en las orejas despejadas. Collares y pulseras. Anillos.
La piel, blanca. Los pómulos marcados, huesudos. La boca carnosa, pulposos labios sin botox. Labios para morder con desenfado en un beso.
Desde que se sentó no para de tomar agua groseramente del pico de la botella. Bebe y se limpia la boca con el antebrazo dejando escapar un “Ahhh...” luego de cada prolongado sorbo.
En cada trago tira la cabeza hacia atrás, muy atrás como para dejar un camino bien directo, recto, entre la boca y el estómago. Llegando a la segunda estación ya le queda menos de la mitad de la botella.
Le suena el celular. Aprisiona el envase de pomelo entre las piernas y revuelve la cartera hasta que lo encuentra. Tiene un mensaje de texto que lee y se ríe. Lo vuelve a leer y se ríe a carcajadas. Todo el subte la mira, pero ella no lo registra. Guarda el celular y vuelve a tomar de la botella. Se sigue riendo sonoramente, y con la risa escupe agua de pomelo.
Vuelve a poner el agua entre las piernas y escarba otra vez en el bolso. Saca un pastillero y pone pastillas en su boca. No sé cuántas. Sacude la cabeza y toma todo lo que queda en la botella. La apoya, vacía, en el piso y la sostiene entre sus pies rotos de charol. Reanuda la búsqueda en la cartera y saca el celular. Lee el mensaje. El mismo mensaje. Y se ríe. Mucho. Fuerte. Se ríe como si estuviera en una fiesta, o como si estuviera sola.
Aún con la carcajada sonando apoya la cabeza en la ventana y cierra los ojos. Quizás se quedó dormida.
Dos estaciones después, casi llegando a Plaza Italia se levanta de golpe, patea la botella, toma la cartera con la mano de las dos manijas juntas y empuja a tres o cuatro personas que van paradas.
Se apoya en la salida del vagón y espera. Cuando la puerta se abre se agarra del pasamanos lateral, se inclina hacia afuera y vomita. Vomita hastío, abandono, un litro y medio de Aquarius de pomelo, frustración y cien jóvenes años de soledad.

jueves, 19 de agosto de 2010

BLATIDOS

No estoy solo. Lo siento. Sé que están ahí. Vigilan. Están escudriñando entre mis cosas. Lo sé. Se mueven en las sombras. Seres inmundos. No me persiguen. Es peor. Me acompañan. Están en casa, en el bar, en la oficina. Los escucho permanentemente. Están ocultos. Viven en un sucio submundo. Infectos. Asquerosos. Se rozan. Se superponen. Se refriegan. Impuros. Viven una noche toledana. Los busco de día. Sé que están. Nadie me cree, pero sé que están ahí. Miro adentro de los placares, en el baño, en la cocina. Escruto cual maníaco. Repugnantes. Hediondos. Los huelo. Sé cuándo tocaron mi copa de vino. Pestíferos. Mugrientos. Me lo hacen saber. Disfrutan viendo mi delirio persecutorio. Se regodean cuando rechazo un vaso o un plato de comida.


A veces no duermo pensando que están en mi cuarto. Todo se vuelve viciado, apestoso. Transpiro. Me quedo quieto. El aire es irrespirable, mefítico. El ambiente, denso, cargado. Finalmente, me rindo agotado, tumbado en la cama y duermo. Y sueño. Sueño cómo viven, abarrotados en un cosmos oscuro y putrefacto, comiendo basura, escondidos, reproduciéndose salvaje y cuantiosamente. Resistiendo. Mutando. Infectándonos. Viéndonos morir. Perseguidos. Escapando. Infiltrados. Pestilentes.


Se acaban las sombras y madrugo al amanecer esperando descubrirlos. Pero son hábiles. Yo sé que están. Abro las puertas de golpe para sorprenderlos, pero se escurren. Intuyo que un día voy a ver a alguno. Y ese día me voy a vengar. Con saña, con asco, con satisfacción.


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Y ese día es hoy. En el lugar menos esperado. Está ahí, a mi alcance, en el asiento de adelante mío en el 130. Está perdido, está sólo. Sólo entre nosotros, entre muchos otros pasajeros, a la luz del día. No sé qué hacer. Esto no lo pensé. Me encontró desprevenido. No tengo siquiera un palo a mano. Pero alguien me tiene que ayudar, alguien tiene que actuar. El colectivo está lleno. No voy a gritar. No voy a huir.


Me levanto, le toco el hombro al señor de adelante y en alta voz y con ampuloso gesto le digo:


- Disculpe… Tiene una cucaracha en el hombro.


De una palmada la revoleó y cuando cayó en el piso tres o cuatro pies pelearon por aplastarlo. Blátido asqueroso. Escuché su crujido y sonreí. No lo pude evitar.



jueves, 12 de agosto de 2010

SI NO CONVIDO, SEPAN COMPRENDER...

Gracias, Gi, por posar para la foto
Desde que tengo uso de razón, los paquetes de galletitas tienen un tan ingenioso como inútil sistema de apertura. Sí, sí... hablo de las galletitas del kiosco, las que uno compra para la oficina o para la mochila de los hijos.
Todos hemos comprado uno alguna vez, o nos lo han regalado. Si alguien no pasó por esta experiencia, lo invito a que vaya hasta el kiosco más cercano o hasta el chinito del barrio y adquiera un paquete antes de seguir leyendo.
Ahora sí, ya sea con el recuerdo o con él en la mano busquen en el envoltorio una flechita que diga algo así como “tire acá” o “abrir” o “tirar”. Si dice “presione aquí”, se equivocó de paquete.
Perfecto, con la flechita identificada trate de abrir el paquete. Se supone que justo ahí donde está la flechita el papel del envoltorio tiene un corte que forma una aleta y se debería ver una tirita roja de aproximadamente dos milímetros de ancho. Tirando de la aleta la tirita realiza un recorrido por el papel tipo celofán cortándolo y dejando al descubierto las deseadas galletitas.

Pues bien, esta imagen ideal de publicidad de los '70 a mí no se me da nunca. La apertura de un simple paquete de galletitas se ha transformado en mi lucha personal.
Así las cosas, suelo comprar un paquete para la oficina y, vestida de trajecito, con la espalda derecha, sentada muy prolijita en el escritorio y con las galletitas en la mano me ha sucedido que:
  1. Busco la flechita, la encuentro y cuando quiero tirar, no existe el corte. Entonces una se empeña en levantar el papel con las uñas y generar el famoso cortecito. Pero nada, sólo se consigue que se salte el esmalte o se rompa la uña seguido de puteada al tono. Con una uña menos y una bronca más, nada mejor que usar los dientes. Claro que con bronca puesta sólo se logra hacer un pequeño agujerito en el celofán. Lo suficiente como para sangrar un poco las encías, eso si. A esta altura es cuestión de honor. Primer cajón a la derecha, tijera. Tijera de oficina, no de colegio: quince centímetros de eslora. La sensación visceral de “acá mando yo” hacen el resto: Corte profundo, las primeras tres o cuatro galletitas del paquete pulverizadas, migas sobre el escritorio a granel. De salón.
  2. Busco la flechita y existe el cortecito, entonces tiro entusiasmada y me quedo con un pedacito de celofán en la mano. Qué pasó? La tirita roja no está. La primera intención es sacudir el paquete, como si la cintita fuese a aparecer conmovida gritando “terremoto”. Pero no. La tirita no está. Uña. Dientes. Tijera. Acá puede aplicar cuchillo descartable que por algún motivo siempre tengo en el portalápices. Tres o cuatro galletitas rotas. Orgullo herido pero batalla ganada. Eso sí, como burla lacónica, casi venganza, es posible que al final del paquete, aparezca la cinta. Si hacen silencio, la oyen reírse. Yo la escuché.
  3. Busco la flechita, existe el cortecito, pero como ya pasé por la situación de tipo '2', primero espío si está el precinto. Y está. Entonces, con cara de “esta vez te cago yo” tiro de la pestaña y me quedo otra vez con el celofán en la mano. La tirita está, sí, pero debajo del papel. No se asoma ningún pedacito. Otra vez uña, dientes, tijera o cuchillo, galletitas rotas y un encono que ni te cuento. He llegado a hablar con el paquete y decirle “qué mirás?!” y sentir que no me contesta pero que me mira de reojo.
  4. Desconfiada ya de la flechita y su inútil indicación, sólo busco la odiosa tirita. Está? Si. Por afuera? Si. Entonces con una sonrisa de costado y mirando alrededor, victoriosa voy a tirar. Pero está pegada al cortecito. Está PE-GA-DA!!!! No se puede abrir. Otra vez uña, dientes, tijera, acá no aplica cuchillo, galletitas rotas. Y la pregunta de rigor: por qué no compré un alfajor?
  5. Resignada y reincidente, con un nuevo paquete en la mano busco la flechita. Está el cortecito. Está la tirita. No está pegada. Tiro y... Sale la tirita... Limpita. Enterita. Completita!!!!! Y el paquete cerrado. TARAAAAAAN!!!! Magia, mami!!, dirían mis hijos. Miro alrededor y hasta siento que todos se hacen los distraídos, pero que estaban observando atentamente y ahora se les sacude el estómago por aguantar la risa. Acá aplica cuchillo directo, pero con saña, como si fuera la asesina de Janet Leigh en psicosis.

Alguna que otra vez, el paquete se abre. Suave y armónicamente se produce una incisión casi de bisturí. Prolijitas quedan dos galletitas muy bien dispuestas en la parte del envoltorio que se separa y el resto intactas en el paquete. Ah!!!! Qué placer!!! No importa si las galles están ricas, húmedas, si son dulces o saladas. Es una situación casi orgásmica. Ya nada podrá estropear ese día.

También suelo comprar barritas de cereal, turrones y alfajores. Pero ese, es tema para otro post.

miércoles, 21 de julio de 2010

DONDE QUIERA QUE ESTES

Es un lustro, pero podría ser un siglo y sería igual. Igual de hueco. De hueco profundo. La ausencia no tiene límites y el dolor por ella tampoco. Sigo extrañando hablar y que me hables. Aún recuerdo tu voz y espero hacerlo por siempre. Tu voz en consejos marcó mi camino. Por eso hoy, donde quiera que estés, quiero darte las gracias. Gracias por los valores que me diste. Gracias por enseñarme a luchar contra los molinos de viento. Gracias por la caudalosa herencia de amor. Gracias por elegir a mami. Gracias por darme a mi hermana. Gracias por tu hermano y la familia completa. Gracias por enseñarme a pensar. Gracias por el respeto. Gracias por permitirme protestar. Donde quiera que estés, gracias por la coherencia. Donde quiera que estés, simplemente, gracias, pá.

martes, 20 de julio de 2010

LA MOCHILA

Es una mañana fría en Buenos Aires. Los árboles ya empezaron a despedir el verano y nueve grados serán una nueva marca meteorológica para terminar febrero.
Camila entra al edificio y saluda al empleado de seguridad sin sacarse los anteojos de sol. Pasa su tarjeta por el molinete y sube al ascensor.
- Ascensor subiendo.
- Quinto piso.
La voz metálica del receptáculo inteligente será la última que escuche hasta las nueve menos cinco, cuando Betancourt le diga buenos días.
Con la tarjeta magnética abre la puerta de vidrio del piso. Mientras con una mano pone sus anteojos como vincha, con la otra enciende la computadora y luego busca la llave del armario en la cartera que aún cuelga de su hombro.
Acostumbrada ya a esta rutina, casi como un robot deja el estuche de cosméticos sobre el escritorio y saca el café del primer estante. Tres cucharadas serán suficientes para un líquido caliente que no genere quejas.
Prepara la bandeja con las tasas y pocillos, llena un termo con agua caliente del dispenser y busca la canastita con los saquitos de té y los sobrecitos de azúcar.
El monitor reclama una clave que ingresa en el teclado sin sentarse aún. Por último, guarda la cartera en el armario, cierra las puertas y se sienta en su silla rodante y giratoria en el escritorio en ele ubicado frente a la puerta de ingreso al piso.
La cafetera comienza a soltar vapor y Camila inicia su breve sesión de maquillaje. Ocho y cuarto. Los teléfonos no comenzarán a sonar hasta pasadas las nueve. Si no fuera por la monótona protesta de la cafetera el silencio sería total.
Guarda el portacosméticos, se sirve un café y la computadora, como si hubiera esperado que ella terminara, concluye la carga de archivos de inicio.
Camila acomoda los dedos sobre el teclado al tiempo que su agenda del correo electrónico le recuerda en el monitor “reunión de objetivos”.
Prepara los archivos para la presentación mensual. Enciende la impresora. Carga hojas en la bandeja. Comienza a imprimir y fija los ojos en la pantalla tomando el café. Alternativamente mira hacia los ascensores para ver si alguien llega antes, y hacia el teléfono, como si fuera a sonar por simple observación.
A medida que van saliendo las copias, las separa con un papelito de color con el nombre del vendedor. Primero, Betancourt. Siempre llega temprano. No parece vendedor, pero es el mejor. Año a año tiene el record de ventas. Siempre viste trajes claros, inclusive en invierno. Camisa blanca y corbata azul si el traje es celeste. Corbata gris si el traje es gris. Siempre zapatos negros con cordones. Siempre el saco desabotonado y las manos en los bolsillos del pantalón. Si hace frío, el cuello levantado y una bufanda verde. Si llueve, paraguas. No usa piloto. Tampoco sobretodo. Siempre la mochila negra en la espalda acompañando su larga delgadez.
Segundo juego de copias para el gordo Román. Es el vendedor que tiene las cuentas más importantes y el más desagradable. Camila escribe su apellido y piensa en la charla del viernes.
- Dale, Camila... no te intriga saber qué guarda “Vetancurr” en la mochila?
- Ya le pregunté... Le dije si quería que se la guardara en su armario y me dijo que siempre la lleva con él por si necesita guardar algo.
- Pará, boluda... no me vas a decir que te creíste eso... debe guardar algún secreto? Tendrá una amante gorda? Sos una boluda generosa, nena. Lo que queremos que averigües es si tiene datos de mercado, de clientes... Es un aparato y vende más que nosotros, queremos que lo espíes, que busques su agenda, sus notas... Inspirate boludita, el flaco está muerto con vos, es con la única que habla.
Los demás se reían y sugerían disparates acerca del contenido de la mochila. A ella no le cae mal Betancourt, por el contrario, es muy amable y el único que se interesa por sus cosas. Pero Camila quiere pertenecer “al grupete”, como ellos mismos se llaman. Quiere ser reconocida como uno de ellos, ir a sus fiestas, participar de sus encuentros, de sus jodas telefónicas.
Hay que admitir que Betancourt es un solitario, un bicho raro, diferente. Parece aburrido y fuera de época. Ninguno sabe nada sobre su vida privada.
Las bromas son continuas y Camila se une a ellas con bastante culpa, pero deseosa de que la consideren una más.
Décimo juego de copias para Macarena Vidal. Nueve menos diez. El monitor acusa un mensaje de la impresora “error de impresión”.
Camila se agacha bajo el escritorio y ve que falta papel. Va hacia el armario, trae una resma y repone hojas, pero el monitor sigue diciendo “error de impresión”. Levanta la tapa de la impresora y de rodillas en el piso, trata de liberar una hoja que quedó atascada.
Nueve menos cinco. Estaba bajo el escritorio tratando de liberar el papel atascado en la impresora cuando sonó la chicharra. Aún agachada, miró por encima del escritorio y tras la puerta de vidrio vió a “Vetancurr”.
Abrió la puerta y se sentó en su silla frotándose la cabeza con la mano. El flaco Betancourt, siempre puntual, entró despacio y saludó simple y correctamente, como siempre.
- Estás bien?
- Sí, me sorprendió la chicharra y me golpeé con el borde del escritorio... se atascó el papel.
- A ver...
Dejó la mochila sobre el escritorio y pidió a Camila su lugar.
Nueve en punto. Se escuchó la voz del ascensor.
- Quinto piso.
De un salto, Camila esquivó a Betancourt y pasó al frente del escritorio para presionar el pulsador que abre la puerta a tiempo que Rivas, Gerente de Ventas Corporativas, la empujaba.
- Buenos días, Doctor.
- Los Ejecutivos de Cuenta a la sala, por favor.
- Eh... Doctor... sólo está Betancourt –y señaló bajo el escritorio con un gesto que provocó que Rivas frunciera el ceño-. Se atascó el papel, señor.
- Que venga. Ahora!
El flaco se levantó estirando sus pantalones e indicando con un movimiento espasmódico de manos que ya estaba lista la impresora. Con paso corto y ligero, se dirigió a la sala acomodándose el pelo y la corbata.
- Gracias Betanc... Te dejaste la moch...
Mientras agradecía vio la mochila sobre el escritorio y su instinto fue avisarle, pero ahogó la frase. Era su oportunidad de ver qué guardaba. La contempló fijamente durante un rato. Luego, la tomó en sus manos y la apoyó en sus piernas, bajo el escritorio. Le pareció liviana.
Ascensor. Macarena. Pulsador. Puerta. Saludo urgente.
- Tengo mensajes?
- No. Está Rivas. En la sala.
- No me jodas... Dame una presentación. YA!
Macarena separó sus hojas y apurada y torpe tiró el abrigo sobre el escritorio, agarró un cuaderno y de lejos gritó:
- Camila, llamalo a Román que está desayunando con los chicos y que vengan ya. Avisales que está Rivas... Cómo no llamaste antes, mujer!!
- Es que llegó cuando se atascó la impresora... –Camila intentó explicar pero se dió cuenta de que ya no la escuchaba. Sólo percibió que mascullaba “sos una inútil...”
Llamó a Román y se quedó mirando la mochila. Se preguntaba una y otra vez qué hacer. Por momentos quería abrirla, pero no se animaba. Qué guardaba? Por qué la cargaba a diario y no se despegaba de ella?
Se puso a pensar que, a su manera, cada uno carga una mochila. Ella misma quería ser integrada a un grupo al que no pertenecía y eso le pesaba. Quizás en ese momento tenía en sus manos el pase de ingreso.
- Y Camila, llamaste?
- Están viniendo...
- Los voy a esperar. No sé qué se trae Rivas entre manos y no quiero estar sola.
- Está con “Vetancurr”...
- Ah!!! Entonces son varios... el flaco, Rivas y la mochila... –Macarena se rió fuertemente casi descargando los nervios que tenía.
- No, Maca, la mochila la tengo acá.
Temblorosamente la alzó. La que antes le pareciera liviana ahora pesaba en sus manos. La apoyó en el escritorio al tiempo que Macarena se abalanzaba sobre el pulsador para abrirle la puerta a Román y compañía que llegaban corriendo.
- Vamos... Las presentaciones?
- Pará Román... mirá lo que tiene Camila.
Los ojos cómplices del grupo miraron satisfechos a la secretaria que les entregaba impunemente la intimidad del flaco.
- Y dale, abrila –incitó Román.
Los cuerpos se inclinaron sobre el escritorio formando una cúpula con las cabezas sobre la mochila. Cuando hubo corrido el cierre por completo, escucharon la puerta de la sala de reunión. Todos se apartaron y Camila quedó frente a Betancourt.
El flaco la miró directamente a los ojos ignorando la situación.
- Rivas pide el café, pero veo que estás ocupada. Yo llevo la bandeja.
Con el mismo andar despreocupado de siempre dio media vuelta y se alejó. El silencio se hizo tan grande que aún después de haber cerrado la puerta de la sala se escuchaba el ruido de platos y tazas chocando entre sí.
Camila se desplomó completamente abochornada sobre la silla llorando como una criatura. Abrazó la mochila y despidió “al grupete” con la mirada furiosa y llena de vergüenza. Nunca sería parte. Nunca les diría que la mochila que ahora abrazaba desconsolada estaba vacía.

martes, 6 de julio de 2010

OTRA VEZ SERÁ

Y sí. Me tomé un tiempo para escribir. Es que aún tengo los cuatro goles atragantados. Cuatro. Lo digo y aún no lo creo.
El primer gol lo sentí como una trompada en la nariz de algún loco que viene de frente y sin motivo te la dá. Así. Sin capacidad de reacción. Y bueno, te quedás como medio tarado un rato, un rato largo sin saber aún qué pasó. Pero si todavía no me había acomodado en el sillón!!!
Como quince minutos después recuperé el aire, y parece que la selección también, de contra hasta parecía que había una oportunidad con Di María. No hubo, pero respiré. Y así aguantando todo el primer tiempo hasta el gol de Higuaín que no fue. (Podría haber sido, no?) y contando unas seis, siete, ocho? llegadas al arco, contraataques y desbordes.
De este 1-0 al entretiempo quién me iba a decir que vendrían 3 más? Cómo fue que de las ocho veces que pateamos en los siguientes 22 minutos ninguna entró? NINGUNA!!! Las conté, eh? Ocho veces!!! Y en la segunda para Alemania, gol. Esto ya no fue a la nariz, fue un golpe bajo. Y se vino la noche. Para mí y para todos. Ya nadie encontraba destinatario para la pelota.
Y empecé a ver otro partido. Ví como del “quedan 87 minutos para revertirlo” pasamos a la desesperación. Y entró Pastore para ayudar. Para ayudar a desesperarnos un poco más. Para ver cómo el toquecito era el divertimento alemán. No era nuestro ese estilo? Puta madre. Gol. Alguien vió salir a Di María? En la pantalla estaba Diego abrazando al Kun. Más pelotazos de ahogado. Gol. Métanse el gol en el orto. Qué diferencia hay entre 3 y 4? Es lapidario. Una burla del destino.
No había nada que pudiera contener mi diafragma convulsionando. La cara llena de mocos, no sólo de lágrimas, de mocos. Mi hijo mayor llorando a mi lado preguntando por qué nos volvemos a casa. Que se lo explique Niembro. Y el menor pasando sus manitos de tres años por el pelo, por el brazo, por la pierna y diciendo “Mami, ota vez los hacemos nosotos lo goles… no shores”… y ni siquiera lo pude abrazar. Mi marido puteando en arameo dejó de mirar el partido. Un minuto de alargue? UN MINUTO??? Es un chiste. Hasta el tres a cero tenía la ridícula esperanza de la epopeya, de hacer un gol cada cinco minutos y cambiar la historia. Pero esto es contundente. Es un knock out. Pero un knock out que llega a un minuto de terminar la pelea que perdíamos indefectiblemente por puntos. Qué necesidad!!!
Y me quedé sin el mundial para mis hijos. Sin el mundial para mí, sin el mundial para nadie. Adiós a la ilusión, a la gloria añorada. Adiós a guardar la página de Argentina del álbum de Sudáfrica 2010 para la posteridad. Quizás deba decir adiós al delirio, a las ganas que todos teníamos, a la utopía de las veintitrés fieras.
Estuve sentada en el mismo sillón esperando ver al Diego, y vi su sombra. Pobre pibe, recibió los goles en su propia cara. El que casi jugó los cinco partidos, que tocó la pelota cuantas veces pudo, que hizo taquitos de traje y corbata. Como leí por ahí, es que la pelota lo extraña.
Y ahora habrá que soportar a todos los “expertos” del fútbol. Los estoy escuchando desde este mismo momento, con el muerto caliente. “El problema es la defensa, puso todo adelante” y son los mismos que a Bielsa le reclamaban en el 2002 que ponga a Crespo y a Batistuta juntos, que formara un equipo ofensivo.
Estoy escuchando cómo se llenan la boca con las bondades del doble cinco que faltó, que “a Mascherano lo condenaron a una tarea insalubre dejándolo sólo en el medio campo”… y son los mismos que a Pekerman le cuestionaron la sociedad Mascherano-Cambiasso del 2006.
Es el modelo imperante. El de los que viven haciendo nada a costa de los que hacen algo. Todos los programas de radio y TV ahora viven de Maradona y la selección. Salvando las distancias, es lo mismo que ocurre con Show Match. El programa es patético, todos lo critican, pero todos viven de Tinelli y tenemos super-expertos en baile y danzas clásicas y exóticas como ahora los hay de fútbol, táctica, estrategia y preparación física.
Qué fácil hablar ahora, no? Hoy Abreu es un fenómeno, un loco lindo que decidió la clasificación de Uruguay definiendo la serie de penales picando la pelota al patear y convertir el gol. Y si lo hubiera errado? Hoy sería un inconsciente, no un loco lindo sino un desatinado que dejó a un pueblo con la ilusión a mitad de camino y bla, bla, bla…
Y quién es Diego? Es un DT? Es un estratega? Y Basile? Y Bielsa? Y Pekerman? Ellos sí lo son?
Cómo es que llegó Maradona a ser DT de la selección? Fue un golpe de estado? Se apoderó de un sillón? Qué le van a cuestionar? Su efervescencia? Su autenticidad? Su pasión desmedida? Su estilo no es nuevo, no apareció ahora.
Sé poco de fútbol al lado de lo que saben los que saben. No tengo intenciones de opinar sobre cómo armó el equipo o sobre sus errores y aciertos. Pero sí siento, como todos los que practicamos deportes alguna vez, que hacía mucho que no veía un grupo unido. En un equipo la unión es la mitad de todo. Hacía mucho que no escuchaba a alguien defender a su gente con uñas y dientes. Hacía mucho que no teníamos los colores puestos con tanto orgullo. Aún tengo las imágenes de mundiales pasados viendo jugadores diseminados por los aeropuertos europeos regresando a sus respectivos clubes. Esta vez volvieron todos a casa. A casa. Juntos.
Gracias Diego. Gracias por el honor, por la magia, por la ilusión, por el mito, por la mano del hombre, por llorar. Gracias a todos los que corrieron en la cancha, a los que esperaron en el banco, a los que entraron un rato, a los que hicieron los goles, a los que quisieron y no pudieron.
Creo que este es un proyecto, no sé si es bueno o es malo. Pero es un proyecto. Me gustaría mucho que dejásemos de ser exitistas y cortoplacistas. Los proyectos necesitan tiempo para evolucionar, puede ser que no resulte, pero sería bueno verlo crecer.
No te vayas, Diego. Danos otra oportunidad.

viernes, 18 de junio de 2010

SIN


Nació sin techo. Y por nacer se quedó sin madre. Y por quedarse sin madre, su padre huyó. Creció unos centímetros entre los hermanos y los cartones. Y así como nació, sin techo, ya sin madre ni padre, aún pequeño para resentirse, un día no despertó.


Publicado en lanacion.com - Minicuentos

lunes, 14 de junio de 2010

PLEGARIAS PARA LA PREVIA


Con mi absoluto respeto por la fé católica.


Por la señal de la FIFA, de nuestros enemigos líbranos Señor. En el nombre del Diego, de Messi y del espíritu de Mascherano. Amén.

Creo en Diego, Padre todopoderoso, creador del amague y la gambeta. Creo en Lio Messi, su único Hijo, nuestro Señor, que fue conocido por obra y gracia del Barcelona, nació en Rosario, Argentina, padeció bajo el poder de Ñúls y por River reprobado, fue denostado y luego deportado, descendió a los infiernos y al tercer día en catalán lo inscribieron, subió al Camp Nou y ahora está sentado a la derecha de Diego, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a golear a vivos y muertos. Creo en el espíritu de Mascherano, la santa cabeza de Heinze, el milagro de Palermo, el potrero del Kun y del Apache, el perdón de los pecados de Verón, la resurrección de Garcé, la definición del Pipita, las manos de Romero, la marca de Burdisso y la gloria eterna. Amén.

Diego nuestro que estás en Sudáfrica, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu genio, hágase tu voluntad, en el entrenamiento como en la cancha. Danos hoy nuestro gol de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos los goles que se pierden; no nos dejes caer en la tabla y líbranos de volver antes de cuartos. Amén.

Gloria al Diego, a Messi y al espíritu de Mascherano. Como fue en el 78 y el 86, ahora y siempre, por los siglos de los siglos, Amén.


sábado, 12 de junio de 2010

UN MUNDIAL PARA MIS HIJOS



Ya estamos... Esto ya empezó. Cuatro años esperando y en cuestión de horas ya estamos en la cancha. Ya preparé la camiseta, elegí el lugar del sillón, más o menos armé la agenda de dónde voy a ver cada partido, cargué en el teléfono un fixture interactivo, les avisé a los chicos que durante un mes hay recorte de Cartoon Network y Discovery Kids, anoté un par de excusas convincentes para llegar tarde al laburo y otras tantas para irme antes... Me falta combinar los encuentros familiares para no coincidir con mi vieja cuando juegue Argentina. No es por nada má, pero no vamos a discutir justo ahora por el Diego, no?

La verdad es que no tiene cucardas como DT, pero los otros tenían y volvimos con las manos vacías. Qué se yo, ya estamos ahí, y no es que quiera ganar de cualquier manera y a cualquier precio. Quiero ganar bien, viviendo minuto a minuto, jugando como los mejores, escuchando una avalancha de “oles” en la tribuna.

Quiero que traigan la copa aunque después un tal Fernandez le haga pegar un cartelito que diga “Gestión Cristina Fernandez de Kirchner”. Lo podrían sumar a los festejos del Bicentenario, no?

No importa, eso no importa. Lo que sí me importa es que este mundial sea especial. Quiero que sea un regalo para mis hijos, que aprendan en este campeonato a sentir el fútbol. Los quiero afónicos de tanto gritar GOOOOOOOOOOOOOL!!!

Quiero que se emocionen junto con los jugadores mientras cantan el himno. Quiero que se enojen cuando vayamos para atrás y que le griten al televisor “dásela a Messiiiiiiiii”, que faltando quince minutos le pidan a la pantalla “Poné a Palermooooo”. Deseo verlos abrazados al padre celebrando una genialidad del Apache o del Kun.

Sueño con ver un equipo pujante, once valientes, veintitrés valientes armados hasta los dientes con una gambeta en el botín de la pata habilidosa, un caño en el otro, una palomita y una rabona entre las canilleras, una colección de pases justos en cada bolsillo, un par de cabezazos siempre a mano y la celeste y blanca pintada en la piel.

Sí, pintada en la piel. Anhelo así los goles y gritarlos fuerte, con la boca abierta al mundo, envueltos en la bandera con un hijo a cada lado, los puños apretados y un carajo que acompañe el alarido.

Diego, juguemos como nunca, si es posible que nos de asco tanto baile, que dejemos de hacer goles por piedad al contrario. Por favor, hacé que sientan lo que vos sentiste, que dejen el alma en la cancha. Regalanos un banquete en bandeja de plata en cada partido, hacé que corran, que transpiren, que jueguen, que potreen, que se diviertan con la pelota. Que sueñen con la gloria, con el abrazo argentino. Aquí estamos, alentando desde siempre. No, no estamos aquí, estamos ahí, en Sudáfrica, todos somos la selección, todos estamos en la cancha, empujando la pelota, inclinando el terreno, agarrados de la mano. Soñando que podemos.

Diego, no te lo pido como argentina, te lo pido como madre. Gracias.

martes, 25 de mayo de 2010

LA TROCHITA



La Trochita es una locomotora muy antigua. Es pequeña y a vapor. Así como la ven, chiquitita y gastadita recorrió casi todo el país sin protestar arrastrando vagones. Algunas veces le tocaba llevar gente, pero otras veces, su trabajo era remolcar pesados furgones de carga, y siempre lo hacía con una sonrisa y silbando bien fuerte.

En todos los pueblos la conocen y la quieren. Dentro de unos días, es su cumpleaños, y el jefe de la estación le tiene preparada una sorpresa.

Una mañana, la Trochita llegó muy temprano, como siempre y el jefe le dijo:

- Trochita, estuvimos pensando que estás trabajando mucho y sería bueno que descansaras unos días.
- Pero, jefe... –dijo la Trochita un poco sorprendida, un poco preocupada
- Pero nada... la semana que viene te esperamos pero no aquí, sino en la estación central –dijo el jefe y se fue rapidito para que la Trochita no tuviera tiempo de discutirle nada.

No saben qué triste se fue la Trochita a su casa, los trenes la saludaban y ella apenas si silbaba bajito.

Pasó toda la semana pensando por qué le habían dado un descanso y todo lo que se le ocurría eran ideas feas. Se imaginaba que la iban a desarmar o que la iban a mandar lejos.

A la semana siguiente se despertó antes de que sonara el reloj. Se lavó las ruedas, perfumó el motor y quiso hacer sonar su silbato bien fuerte, pero no lo consiguió. Le dolía la caldera, algún carbón le había caído mal. La verdad es que estaba nerviosa.

Como era tempranito, fue andando despacito, mirando el paisaje, hasta la estación central. Cuando estaba llegando le pareció raro no ver otras locomotoras en las vías. Entró por el andén principal y frenó bien suavecito para no estropear su aspecto. Esperó un ratito y de repente empezó a escuchar música, trompetas, tambores...

Se asustó un poco y quiso retroceder, pero enseguida aparecieron sus amigos y el jefe de la estación. Como era su cumpleaños le habían preparado una fiesta grande, con banderines, invitados y hasta una orquesta.

Además, el jefe le dijo que como había sido una locomotora tan buena durante tantos años, se merecía un trabajo más tranquilo y que a partir de ese día iba a trabajar en la estación central haciendo paseos cortos para los niños que fueran de visita.

La Trochita se puso feliz, desaparecieron las ideas tristes y se le pasó el dolor de caldera. Cuanto que la querían!!! Este era su mejor cumpleaños.

Un cuento para Joakim,
mi morochito dulce de leche,
a quien tanto le gustan los trenes.



martes, 11 de mayo de 2010

PUTA


Me miro en el espejo y me veo de frente, me veo victoriosa, con un ímpetu desconocido para mí.

Desayuno en camisón. Tendría que comprarme otro. Uno que no sea de algodón, uno más corto, sin mangas, con breteles finitos, con algún detalle de encaje.

Con media tostada en una mano y la taza en la otra voy hasta el pasillo a mirarme otra vez en el espejo. En el espejo grande. Qué largo tengo el pelo. Me gusta. Muerdo la tostada y me hago a mí misma una caída de ojos mientras paso la lengua por los labios recogiendo restos de mermelada.

Un buen sorbo de té y apago la radio. Esta es una buena mañana para poner música. Zeppelin está bien para las 6:30.

Aún con la taza en la mano voy al baño y abro la ducha. Con la mano libre y frente al tocador levanto parte de mi cabello, pliego los labios, como para dar un beso y hago una mirada insinuante, con los ojos sugestivamente entrecerrados. Todavía tengo cara de dormida, pero me complace lo que veo y me sonrío a mí misma.

Why don’t you take a good look at yourself
and describe what you see?
And baby baby baby do you like it?
(1)
Dejo la taza sobre la pileta y me voy desnudando al ritmo que crece el vapor. Entro en la bañera y el agua caliente sobre la cabeza me devuelve al ritmo habitual, me relaja y me recuerda que debo ir a trabajar. Tiro la cabeza hacia atrás y siento el peso de mi larga melena mojada. Rápidamente pongo shampoo y froto con energía, casi con bronca, el cuero cabelludo a un costado de la ducha.

Ahora, con la cabeza hacia abajo, comienzo a enjuagarme y el agua jabonosa cae sobre el cuerpo. Desparramo la espuma con las manos sobre el busto y con ambas palmas acaricio mis pechos. Los siento redondos, firmes, turgentes.
Hey, hey, mama said the way you move
Gonna make you sweet , gonna make you groove.
(2)
La caricia se vuelve insolente y siento los pezones erectos. Muerdo los labios y me complace. Cierro los ojos y sigo dejando que tanta agua recorra tan poco cuerpo, ese cuerpo que baila solo bajo la lluvia caliente.

Suena el celular. No voy a atender, pero me recuerda que se está haciendo tarde. Me baño y salgo de la ducha sin siquiera poner crema de enjuague.

Con la bata abierta, desenredo el cabello y me resulta seductor sentir cómo cae sobre el rostro y sobre mi figura con todo su volumen. Mojado casi llega al ombligo. Enciendo el secador. Aún en bata, aún abierta, el pelo se empieza a secar a pasear sugerente sobre mí. Me gusta el juego, me gusta la imagen que veo y me gusta jugar conmigo en el espejo. Siento un poco de calor, tengo las mejillas rojas. Rojo. Siento que todo hoy es rojo.
There’s a lady who’s sure
all that glitters is gold
and she’s buying a stairway to heaven.
(3)
Tengo ganas de salir a correr, pero es tarde. Miro el celular para ver quién llamó. Puta madre, no era un llamado, era un aviso de reunión.

Me visto, atolondrada. Pantalón, camisa, blazer, chalina, medias, zapatos, cartera, portafolios, mochila para el gimnasio. Ascensor. Espejo. A pesar de la corrida me veo bien en el traje gris. Para mi rojo interior, gris exterior.

Subo al subte y sólo puedo pensar en si alguien me estará mirando. Todos tan apretados con tanto calor, tan incómodos.... y yo de gris. Me verán?

Me pasó el viaje como si hubiera estado soñando parada. Bajo en 9 de julio y camino tres cuadras. Tres cuadras mirándome en las vidrieras. Justo a tiempo. Aún no llegaron todos. Sirven café y comenzamos a hablar. Me siento segura. Firme. Hoy no voy a escuchar como siempre. Son pocos y les voy explicando mi idea. Aprueban. De a poco van llegando los demás y se suman al consenso. Los sumo al consenso. De a uno. De repente es la única propuesta sobre la mesa. En cuarenta y cinco minutos y un sólo café cerramos la reunión. Mi reunión. Subo al ascensor y me parece que el espejo aumenta. Veo una imagen mía más grande, más alta. Estoy excitada. Tengo taquicardia. Necesitaría correr, pero me estorban los tacos y el portafolios. Voy a caminar hasta mi oficina.

Florida. Qué linda se ve Florida tan temprano. Poca gente. Olor a café recién molido. Los negocios, casi vacíos. Las galerías, desiertas. Un buen contraste para mi arrebato. Camino despacio. El cuerpo tiene una frecuencia diferente a la de la sangre y la cabeza. Van a un ritmo distinto... Cuánto hacía que no miraba vidrieras... Se usa el rojo? O es que sólo yo lo veo?

Necesito medias. Entro a una lencería. Hay cuatro percheros, dos de ellos completos de corpiños rojos. Cuando me atienden pido las medias y, dudando, ver un conjunto con aro, sin relleno. La vendedora, como si me hubiera visto el alma, se dirige hacia los percheros de ropa roja y me muestra tres o cuatro modelos. Elijo uno. 90. Rojo. Me lo puedo probar?

En el cambiador, otra vez sola, me siento segura. Me saco el blazer y la camisa como si estuviera haciendo un striptease. Me miro un momento con el corpiño blanco que traigo puesto y luego lo cambio por el rojo, con la etiqueta colgando. Me miro y me sonrío en el espejo, con una mueca de costado, levanto la cabeza, bajo los ojos. Me gusta. Parezco puta. Se me traslucen los pezones. La vendedora me pregunta “cómo te quedó?”... Sin pensarlo corro la cortina y con las manos en la cintura la miro y le digo?
- Bien, no? Lo llevo.
Necesitaba que vieran mis tetas envueltas en tul bordado rojo. Me visto y pienso que hoy tengo tetas, mis tetitas de noventa gracias a la espalda ancha, hoy son tetas. Y el rojo les queda bien.

Me entregan la compra en una bolsa roja y camino orgullosa con ella en la mano. Ahora camino más rápido, me siento atractiva con el encaje en la bolsa. Sé que me miran y me contoneo. Florida parece una pasarela, hay poca gente y vendedores parados en la puerta de sus comercios. Los miro y muevo el culo para ellos. Me gusta que me miren. Me miran o yo creo que me miran? No importa. Yo siento sus miradas. Camino como si estuviera desnuda, pavoneando mi alma orgullosamente roja.

Diagonal Norte. Bocinazos. Realidad. Miro la hora y decido tomar un taxi para acortar las quince cuadras faltantes. Saco el celular y chequeo mensajes. El chofer me come por el retrovisor. Se habrá dado cuenta de que voy desnuda con corpiño rojo o le gustará mi traje gris?

Once pesos. Trabajo en piloto automático. Cada tanto miro de reojo la bolsa roja. Mi jefe pide cosas que no voy a hacer. No hoy. Insiste. Estoy a punto de escupirle en la cara todo lo que pienso y guardo desde hace años. En rojo. Se las voy a escupir en rojo. Intencionalmente desabotono un poco mi camisa y sin disimulo paso el dedo índice por el escote. Lo miro y casi colgándome de su escritorio le digo que lo vemos el lunes. Me levanto y me voy. Volteo la cabeza y veo que se quedó mirándome con los anteojos en la mano, con cara de nada, como siempre. Pero hoy no es siempre para mí. Hoy soy otra. Quizás sólo por hoy.

Vuelvo a casa. Paso por la depiladora. Voy al gimnasio. Acá nadie me mira. Cada uno cuida su cuerpo y sus movimientos en el espejo. Soy una más. Me siento abatida. Me laten las sienes. Camino las tres cuadras que me separan de casa en calzas y zapatillas, con el traje en la mano. El traje, la cartera, el portafolios, la mochila y la bolsa roja.

Entro al departamento y tiro sobre el sillón todo lo que llevaba en la mano. Levanto el pelo transpirado con un broche sobre la nuca y saco una latita de cerveza de la heladera. Recorro la casa ordenando el desorden. Me siento cansada, pero aún tengo ganas de correr. Música y cerveza es buena compañía. Clapton y otra latita. Pizza fría. Enciendo la tele y sin sonido me paseo por los ochenta y pico de canales. Sentada en el sillón con los pies sobre la mesita siento que todo lo que veo me molesta. El plato y la cerveza en el piso, junto con mi ánimo. Me voy a bañar.

If you got bad news, you wanna kick them blues; cocaine.
When your day is done and you wanna run; cocaine.
She don’t lie, she don’t lie, she don’t lie; cocaine.
(4)

Abro la ducha y otra latita. El agua me hace bien, la lluvia sobre el cuerpo me reconforta, el olor a jabón me recupera. Cómo me gusta Clapton.

Con la manga de la bata de baño seco el espejo empañado y me veo mejor, aún con la toalla mojada en la cabeza. Agarro la bolsa roja y corto las etiquetas de la ropa. Pongo el conjunto sobre la cama y me siento al lado. Masajeo mis piernas con crema. Qué bien se sienten recién depiladas! Me pongo perfume y luego la bombacha. Me miro en el espejo y me encanta. Me encanta el rojo. Me pongo el corpiño y acomodo con las manos los pechos dentro de cada taza. Se siente bien. Me miro otra vez. Me fascina el rojo. Me seducen mis pezones erectos rojos.
It's late in the evening.
She's wondering what clothes to wear.
She puts on her make-up
And brushes her long blonde hair.
And then she asks me,
"Do I look alright?"
(5)
Me voy a maquillar. Delineador negro. Sombra gris y dorada. Rímel negro. Pestañas largas y arqueadas. Rubor terracota. Labios rojos, rojo carmín. Una amiga dice que en la previa hay que ponerse tacos altos. Ropa interior y tacos altos. Los zapatos negros son rojos, en punta, taco aguja, muy altos.

Tiene razón, con tacos me veo mejor. Me gustan mis piernas largas, delgadas, felinas. Me miro de cuerpo entero, me saco la toalla de la cabeza y la larga cabellera cae sobre mí. Así, mojada, enmarañada, salvaje. Me divierte, no me voy a peinar. Me paseo así por la casa, segura en mi soledad.
I keep tryin' to make it right
Through another lonely day
(6)
Ahora escucho a la Joplin. Traigo un banquito, una copa, una botellita de champagne, unos chocolates y me siento a comerlos frente al espejo grande. Con las piernas abiertas me siento, y los tacos enganchados en la base del banquito. Como el chocolate y me miro la boca roja cuando muerdo. Me chupo un dedo con chocolate, todo el dedo meto en la boca y lo chupo. Veo como entra y cómo sale de la boca. Parezco una puta.

Sirvo champagne en la copa y me miro mientras lo tomo. Me paso la botellita fría y transpirada por la piel, por las piernas abiertas… Me miro todo el tiempo. Mientras bebo de la copa, me vuelco el resto de champagne de la botella sobre la cabeza. Siento como cae, frío sobre mí. Y me sigo mirando. Me estoy espiando en el espejo.

Sí, parezco puta. Me siento puta. Sería lindo que alguien me viera ahora, sensual, mojada, casi desnuda, roja y sola. Profundamente sola.
But the dawn is breaking it's early morn

Already I'm so lonesome I could die.
(7)
Me voy a acostar, así, con los zapatos puestos. Es un buen momento para llorar.


_____________________________________________
(1) Misty mountain hop – Led Zeppelin
(2) Black Dog – Led Zeppelin
(3) Stairway to heaven – Led Zeppelin
(4) Cocaine – Eric Clapton
(5) Wonderful tonight – Eric Clapton
(6) Kosmic blues – Janis Joplin
(7) Leaving a jet plane – Janis Joplin

lunes, 12 de abril de 2010

QUIZAS MAÑANA


Es un 14 más. También un 14 menos. Como todos los meses llegó caminando y se aproximó a la orilla, con el mismo temor y la misma esperanza que lo acompañan desde hace siete años.
Es un día claro. El sol se despereza sobre el agua y le cuesta mirar fijamente el horizonte. Pero lo ayuda. El sol lo ayuda. Siente la calidez otoñal sobre la espalda y se siente mejor. La tibieza y suavidad de esta mañana lo animan. Se acerca hasta el borde del muelle y mira el río, el río ajeno, el río ladrón.
Todo está tan calmo, ni siquiera hay viento. Se arrepiente de haber venido. Tampoco hoy la va a ver. Se siente débil, flojo. Apoya una rodilla en el piso buscando apoyo para el alma y rastrea en la inmensidad con los binoculares. Busca su sonrisa, o su mano saludando divertida desde el agua. Busca aquel amor que decidió irse justo aquí. Ese amor que él se resiste a perder, que aún busca, cada 14, al amanecer.

Publicado en lanacion.com - Minicuentos


martes, 30 de marzo de 2010

ORDEN NATURAL



Odio tus silencios llenos de voces,
que devoran ellas, mis intenciones.
Detesto si callas y tanto dices,
tanto te guardas y nada omites.
Maldigo tus males, uno por uno…
no por ignorar, sólo los anulo.
Repruebo tu método instrospectivo,
el que no deja que hables conmigo.
Peno la ruta de tu juicio al mío,
oquedad profunda, casi un abismo.

Sin embargo

Amo la claridad de tu palabra,
por eso mi silencio es quien habla.
Adoro cuando miras, cuando callas
sé tus secretos y por qué los guardas
Bendigo tu dualidad en esmero
no por perversión, sino por espejo.
Admiro tu intrepidez y entereza
esa hombría, tu temple, tu fuerza.
Honro el viaje a tu intelecto,
allí donde el mío encuentra eco.


Entonces

Cuando calles, háblame,
cuando guardes, escóndeme,
cuando enfermes, contágiame,
cuando mires tu interior, llévame,
cuando discurras, infiéreme.

Si de todas formas

No me hablas,
ni me escondes,
ni me contagias,
ni me llevas,
ni me infieres,
seré tu amiga siempre,
porque es ese,
el orden natural de las cosas.

lunes, 29 de marzo de 2010

PANZA Y PECAS



Desde temprano, recorre el tren de punta a punta descansando unos minutos en cada vagón. La veo a la mañana y también a la tarde, cuando regreso de mi trabajo.

Está embarazada y carga en brazos una nena con chupete, que tendrá no más de un año. La lleva enganchada en la cintura, del lado izquierdo, con las piernitas abiertas. Es petisa. Piernas y brazos muy delgados.

Pecas. Los brazos están llenos de pecas. Una al lado de la otra. Chiquitas.

Tiene poco pelo que lleva recogido en una cola sobre la nuca. Hacia la derecha, cuelga un mechón naranja, producto de una mala decoloración casera. Resalta el mechón sobre su piel oscura, curtida.

Pecas. En la nariz, en los pómulos.

Siempre usa calzas grises o negras y remeras cortas. Se le ve la espalda y la panza. Linda panza. Ya tiene el ombligo salido.

Pecas. En la panza también tiene pecas.

No ofrece ningún discurso. Sólo pasa por los pasillos y cada tanto dice “si me pueden ayudar...” y prolonga la segunda ‘a’. Ni siquiera extiende la mano. Sólo lo hace cuando le dan una moneda.

Debajo de la panza lleva una riñonera negra con el cierre abierto. Asoma un atado de Camel y una mamadera.

Cuando llega al final del tren, se apoya contra la cabina del conductor y espera. Cambia a la nena de posición. La coloca al frente, sobre la panza. La nena la abraza y reposa la cabeza sobre el hombro de la mamá.

Pecas tendrá unos 13 años. Y ya está cansada.

jueves, 25 de marzo de 2010

Memoria. Justicia. Verdad.



Dicen por ahí, los que saben mucho, que las palabras, entendidas como signo, como imagen acústica refieren a un concepto, una imagen que, en el plano mental reemplaza ese signo por el concepto al que se lo asocia.
Esta asociación nos permite decir “mesa” y que todos aquellos que hablamos el mismo idioma sepamos a qué se refiere ese concepto. En el mismo sentido, es complicado que alguien, desde el discurso, pueda hacernos creer que algo que llamamos “mesa” se refiere al concepto que tenemos internalizado como “silla”.
Pero qué pasa cuando no hablamos de objetos tangibles, cuando los signos lingüísticos se refieren a imágenes abstractas, a ideas, a conceptos en sí mismos?
En esos casos hay una definición que brinda el diccionario, un postulado asociado al significante, casi como un axioma, que tomamos como significado.
Esa definición entonces, hace que todos aquellos que hablamos el mismo idioma sepamos a qué se refiere ese concepto. Pero, a diferencia del caso anterior, no es tan complicado que alguien, desde el discurso, pueda hacernos creer que algo que yo llamo “oportunismo” se refiere al concepto que tenemos internalizado como “memoria”, que la “arbitrariedad” es “Justicia” y que la “hipocresía” es “Verdad”.
Con mucha bronca estuve escuchando discursos varios estos días sobre el 24 de marzo. Si es un día para festejar o para conmemorar. Si debe ser feriado o no. Si siendo feriado se tiene que pasar al lunes o al viernes, bla bla bla. Eso en cuanto a la fecha, pero qué se supone que es el 24 de marzo?
Y ahí la bronca pasa a ser indignación. Es el día de la Memoria, la Verdad y la Justicia. Y se llenan la boca por los signos, los repiten y le ponen solemnidad al tono y la voz entrecortada en la oratoria.
Resulta ser que ahora son abanderados de la justicia quienes en 1983 apoyaban la fórmula Luder-Bittel que pensaba mantener la ley de autoamnistía de los militares.
Resulta ser que ahora son paladines de la verdad quienes en 1989 y 1990 (si la memoria no me falla) seguían fielmente al entonces presidente Menem que indultaba a militares y miembros de organizaciones armadas juzgados y presos según la ley en democracia.
Escucho los discursos y empiezo a inquietarme por la mutabilidad del signo. Temo que ahora Memoria sea algo diferente. Siento que las cosas terribles que nos pasaron sirven de herramienta de Marketing del poder, que los Derechos Humanos son simplemente un instrumento de arenga popular, que se constituyen en un panegírico hacia los dueños del desconsuelo.
Y entonces la indignación me dá vergüenza. No sé cómo vamos a explicarle a las generaciones que nacieron en democracia qué es el 24 de marzo. No me gusta cómo se van sucediendo los hechos, cómo se usa el dolor, cómo se aprovechan del NUNCA MAS. Ojalá que la diacrónica del lenguaje tenga una mejor evolución en lo que al significado de estos términos se refiere.

lunes, 8 de marzo de 2010

DIA DE LA MUJER


Copenhague, 1910, II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas. Clara Zetkin, militante del Partido Socialdemócrata de Alemania, propone el establecimiento del Día Internacional de la Mujer Trabajadora como método de lucha por la causa de la mujer. Esta lucha era por la igualdad de derechos: derecho de voto y de ocupar cargos públicos, derecho al trabajo, a la formación profesional y a la no discriminación laboral.
Nueva York, 1911, incendio de una fábrica textil en la que mueren más de un centenar de mujeres. Mueren en defensa de sus derechos: jornada laboral de 8 horas, igualdad de condiciones laborales.
Rusia, 1917, amotinamiento de mujeres en reclamo de Alimentos, “Pan, paz y libertad”. Comienzo de la Revolución Rusa. El gobierno provisional otorga el derecho a voto a la mujer.

Curioso, no? Nada tiene que ver la historia con lo que hoy parece contentar a tantas mujeres. Ahora nos incluyen en todos los discursos con la famosa cuestión de género. Y tengo la sensación de que lo único logrado es alargar el discurso en una clara estratagema gramática: “Queridos y queridas alumnos y alumnas, madres y padres. Estamos aquí reunidos y reunidas…” Para eso lucharon?
Quizás también lo hicieron para conseguir el cupo del 30% de mujeres en las listas de candidatos a una elección. Y así, sólo para cumplir el cupo, hemos escuchado lamentables discursos de candidatas que no voy a mencionar, muchas de ellas artistas que sólo posaban para la foto. Esos eran los derechos?
Es posible que también lo hayan hecho para contar con una mujer a cargo de la presidencia de un país que se encargue de decir en cada discurso lo difícil que le resulta a una mujer ocupar ese tipo de puestos. Esa era la idea?
Seguramente nada de eso las impulsaba. Eran mujeres con coraje, algunas intelectuales, otras no, pero todas bravías. Ninguna oculta tras el patrocinio de un pantalón, sino con luz propia. Aún queda mucho por hacer y por recuperar. No me siento igual a los hombres, no quiero ser igual, pero sí quiero tener igualdad de oportunidades, mismos derechos, mismas posibilidades. No para mí, para todas las mujeres. No para la Argentina, para todo el mundo. No para hoy, para siempre.
Gracias por la lucha de género, pero no quiero escucharlo o leerlo sólo en el discurso, me parece una burla.
Gracias por la lucha de cupo, pero no quiero ser un número puesto en la lista, quiero personas capaces, idóneas en puestos de gobierno, no un porcentaje obligado.
Gracias por la posibilidad de contar con mujeres dispuestas a ocupar el cargo de presidente (y no voy a decir presidente o presidenta) de la nación, pero sin victimización en la oratoria. Eso es igualdad, el resto es discriminación desde el género mismo.
El día Internacional de la Mujer no es un día comercial. No es un día para recibir tarjetitas de felicitación. No es un día para poner en el florero del escritorio la rosa que envia Recursos Humanos.
Creo que este día es para reflexionar, para recordar los logros de muchas mujeres que lucharon por nuestros derechos. Creo que este día es para continuar con esa empresa. Existen aún muchas mujeres en el mundo sin acceso a derechos básicos como la educación.
Este es un día en el que tengo más ganas que nunca de pedir cambios, de exigirlos, de participar, de recordar y recordar a todas aquellas mujeres que dedicaron su vida a esta lucha.
Tengo muchas ganas hoy de llorar también por algunas conquistas que hemos malogrado, como la jornada de 8 horas, la guardería en el lugar de trabajo o el tiempo de lactancia.
La mayoría de las mujeres no es diputada, ni senadora, ni presidente. Pero todas tenemos un hogar y/o un trabajo y/o una familia y/o un barrio. Ese es nuestro lugar de acción y ahí no voy a claudicar. Por el compromiso, la responsabilidad, la coherencia en todos los ámbitos y la dignidad, SALUD!!

miércoles, 27 de enero de 2010

SEPELIO


A Rogelio lo encontraron muerto. Los vecinos conocían su nombre por la correspondencia. Expósito, Rogelio. Vedia 1748.
Vivía en la casa vieja de mitad de cuadra. Era una construcción de una sóla planta pintada de verde claro, techo de losa y jardín adelante. Una portezuela de reja negra en medio de dos paredes bajas daban acceso a ese jardín, que Rogelio cuidaba muy bien. A la izquierda, un jazmín. A la derecha, sólo pasto, muy prolijo y algunas lajas grandes dispuestas sin sentido aparente.
Luego, la casa. La puerta de madera en el centro y dos ventanas laterales con reja también negra y persiana.
Adentro, nadie conocía. Nunca lo visitaron. No se sabe si tiene familia. En el barrio desconocen a dónde trabajaba o si trabajaba. En realidad, nadie sabe nada sobre él. Sólo que está muerto.
El hombre no hablaba con los vecinos. Si no fuera por esos "..ennn día..." que dejaba caer cada tanto, hubieran pensado que era mudo.
A los perros tampoco les hablaba, pero los acariciaba, les daba agua y comida. Las grandes lajas del jardín eran para ellos. Los traía de la calle. Uno atropellado, otro enfermo, otro desnutrido. Los curaba y los enviaba a la vida errante otra vez.
Cada tanto volvían, saltaban la pared baja, se echaban en alguna laja y lo esperaban.
Rogelio regresaba cada día puntualmente a las cuatro y diez, todos suponen que de trabajar, con la boina calzada hasta las orejas, el diario bajo el brazo y ambas manos en los bolsillos del pantalón. El gesto, adusto, mirando siempre hacia abajo como evitando encontrarse la mirada de algún otro.
Así, pasaba al jardín y, sin cambiar el gesto, acariciaba la cabeza de los perros. Luego entraba en la casa y cerraba la puerta. Siempre cerraba la puerta. Al rato salía, sin la boina y sin el diario. Ponía comida y agua a los perros y regaba el jardín.
A veces, los perros se acercaban a tomar agua de la manguera y lengüeteaban su mano antes de irse.
La vida de Rogelio era comentada por los vecinos y era el tema predilecto de la chusma. Se tejían historias entre mate y mate y se mascullaban barbaridades durante las cenas familiares.
Ayer doña Berta vio la puerta de la casa de Rogelio abierta y llamó a varios vecinos. Esperaron un par de horas conjeturando y luego, casi en procesión, se encaminaron hacia el 1748.
La comitiva, encabezada por el ferretero, se detuvo ante la reja negra y, tras un cruce de miradas, dos o tres de ellos batieron palmas, seguros de que no obtendrían respuesta.
Como así fuera, abrieron la portezuela y se acercaron a la puerta de madera entreabierta. Golpearon la aldaba con la misma expectativa. Sólo unos segundos después, empujaron la puerta y decidieron pasar.
Todo estaba oscuro y en silencio. La casa, de aspecto austero y monacal, parecía deshabitada desde hacía años.
Con sumo sigilo y siguiendo una previsible distribución de ambientes, llegaron al dormitorio. Y ahí estaba Rogelio, tendido en su cama, boca arriba, las manos cruzadas sobre el abdomen, los ojos y la boca abiertos. Blanco. Muerto.
La comitiva permaneció unos largos minutos inmóvil y muda ante la escena, hasta que doña Berta asomó la cabeza y lanzó un grito de horror. Recién ahí, los doce perros que rodeaban la cama abandonaron su pose de vigilia y mostraron los dientes.