lunes, 25 de julio de 2011

ENTELEQUIA

Hace frío. El tren va repleto de gente. Los vidrios de las ventanas están helados. Tratando de mantener el equilibrio, voy parada justo en medio de dos asientos enfrentados. A medida que avanzamos, distraigo la monotonía del andar buscando formas en la escarcha de los vidrios. De repente creo ver un unicornio en el hielo y se me escapa una sonrisa al recordar una anécdota que compartimos con mi amiga. La señora que está sentada del lado de la ventana me mira y no sé por qué, desaparece inmediatamente la hilaridad de mi rostro. Rápidamente ella quita los ojos de mi y pasa a mirarse sus propias manos.
Es una anciana. Tiene la cara llena de arrugas, como si fuera un pergamino. Sus ojos pequeñitos, se ocultan bajo amplios y pesados párpados. La nariz, grande y huesuda. La boca, recta, enmarcada por dos grandes pliegues de sus mejillas. Parece llevar la expresión entre paréntesis. Su mentón redondeado está hundido en el centro y a su derecha se destaca un lunar negro con vellosidades blancas. Sus cejas también son canas y espesas. Lleva el cabello como melena, lleno de rulos y teñido en color caoba, muy oscuro. Es diminuta y sentada un tanto encorvada, aparenta serlo aún más.
Viste un antiguo y deslucido sacón de paño azul, que debe haber sido muy elegante en su época. Lo acompaña con un pañuelo búlgaro de seda también azul. Su falda es recta, larga y negra. Tiene las piernas muy juntas, diría que va apretando las rodillas y los tobillos a la vez. Sus deteriorados zapatos negros, abotinados, con cordones, me resultan graciosos. Son como ratones. Entre los pies sostiene el paraguas. Un paraguas largo con empuñadura de madera tallada sobre el que apoya ambas manos. Sus manos van cubiertas por unos hermosos, finísimos y gastados guantes de carpincho. En su regazo descansa una ajada cartera negra de cuero craquelado y de correa corta. Todo su atuendo habla de un tiempo que social y económicamente la bendijo. Ella tiene aún parte de ese tiempo en su traza.
Me dispongo a volver a mi juego con la escarcha cuando noto que intenta levantarse haciendo fuerza contra su paraguas. Un señor que está sentado a su izquierda la toma del brazo con intención de ayudarla.
- No me toque –espeta con firmeza.
- Disculpe, abuela… quería ayud…
Y antes de que pueda terminar la frase recibe un paraguazo en la cabeza.
La mujer que está parada a mi izquierda no entiende lo que pasa y se adelanta para colaborar y recibir de parte de la anciana, un lindo correctivo en la frente con la empuñadura tallada.
- Acaso me ven en silla de ruedas? Bah… Bah… Hagan lugar…
A paraguazos se abre paso hasta la puerta del vagón y nos deja a todos atónitos. Entre el murmullo general distingo algunos ‘que vieja loca’ y un par de ‘viejos son los trapos’. La busco por la ventanilla y la veo a través de mis siluetas de escarcha, casi como una entelequia. Camina con muchísima dificultad en el andén. Lleva la cabeza erguida y la mirada lejana como si evocara una gallardía que ya no le es propia.

sábado, 9 de julio de 2011

ALGO PARA RECORDAR

Para vos, Pachu.
Por todo, pero esencialmente,
por ser mi hermana.


Si viviera, hoy mi papá estaría cumpliendo setenta y tres años. Era su costumbre al terminar cada año, mirar el calendario del año siguiente, buscar el mes de julio y decir: “Uy! Miren… cae feriado mi cumpleaños…” Y reíamos todos. Así era él. Un tipo simple, amante de la diversión, la cocina y el arte, con valores de hierro, con su familia como pilar fundamental y con un humor impecable.

Durante cinco años he recordado su ausencia a diario con énfasis en el aniversario de su muerte. Pero últimamente he estado pensando que lo mejor que hizo mi viejo fue nacer. No quiero acordarme más del día en que falleció. Ojalá dentro de unos años la mire a mi hermana y le pregunte sinceramente: “Che… qué día murió papi?”.

Así entonces, en homenaje a su estilo de vida, lo que sigue es algo que escribió papá hace muchos años, con su delicado humor, cuando yo era chica y mi hermana recién aprendía a caminar. Es largo, pero vale la pena. Textual, con su firma, respetando negritas, puntos y comas, de la pluma de mi padre, el hombre más cabal que he conocido.



LA MALDAD DE LOS OBJETOS INANIMADOS


En el mes de mayo de 1974, un apacible y nublado día sábado, por la tarde, había decidido limpiar las guías de una puerta balcón vidriada, de 2 x 2 m. Para realizar esta tarea, retiré las dos hojas del marco y las apoyé contra la pared, inclinadas a ambos lados de la puerta.
Luego, con un pincel comencé, por el extremo derecho, a limpiar las guías.
Cuando estaba llegando al extremo izquierdo, observé, por el rabillo del ojo, que la puerta que estaba apoyada a mi derecha, a una distancia de alrededor de 2,5 m, había retirado su parte superior de la pared y se había colocado en posición vertical.
Ante el peligro que significaba la caída de la puerta, tensé los músculos de mis piernas y luego salté. Pero, cuando estaba a punto de sujetar la puerta con mis manos, vi que la misma se arrojaba al piso y que el vidrio se hacía añicos.
Fue evidente que la puerta había procedido a romperse con premeditación y alevosía, con la intención aviesa de producirme un perjuicio material y económico.
Material porque esa noche llovió y entró agua en la casa y económico porque hubo que reemplazar el vidrio.
Esta experiencia me llevó a estudiar la conducta de los objetos inanimados, determinar que tienen maldad y clasificarlos en cinco categorías.

LA CATEGORÍA 1 (los traviesos) se subdivide en dos: los que se hacen invisibles y los que se esconden.
LOS QUE SE HACEN INVISIBLES, tienen la capacidad de desaparecer y reaparecer del lugar. Ejemplo: estamos escribiendo con una lapicera en nuestro escritorio, suena el teléfono, dejamos la lapicera sobre aquel y atendemos la llamada, conversamos, cortamos, vamos a tomar la lapicera para continuar con nuestra tarea, pero no está.
Revisamos sobre los papeles, miramos en los cajones, verificamos si se ha caído al suelo, preguntamos a los que nos rodean, si alguno ha tomado la lapicera y después de perder algunos minutos, vemos que la lapicera se encuentra en el mismo lugar donde la habíamos depositado y que durante este tiempo se había hecho invisible (es una travesura, pero perjudicial ya que produce una demora en nuestro trabajo)
LOS QUE SE ESCONDEN, tienen la capacidad de desaparecer del lugar en que los dejamos y reaparecer un tiempo después, pero en otro lugar.
Ejemplo: estamos solos en nuestra casa, reparando algún artefacto eléctrico con un destornillador, sobre una mesa. Abandonamos el lugar por alguna causa y cuando regresamos el destornillador ha desaparecido.
Buscamos y rebuscamos sin encontrarlo hasta darnos por vencidos y tomamos otro destornillador para finalizar la tarea.
Tiempo después, encontramos el destornillador encima de una repisa que está muy distante del lugar en que nos encontrábamos trabajando y a la cual no nos acercamos en ningún momento.
LA CATEGORIA 2 (los mortificantes) se subdividen en tres categorías: los que se descomponen, los que fallan y los que tienen problemas posiblemente sexuales.
LOS QUE SE DESCOMPONEN, son objetos que dejan de funcionar en el momento en que son más necesarios.
Ejemplo: las gomas de un automóvil nunca se desinflan frente e una gomería sino lejos de ellas, cuando llueve, de noche y del lado alejado al cordón de la acera, para que los otros autos nos salpiquen al pasar.
LOS QUE FALLAN, son objetos que dejan de funcionar por un tiempo, suficiente como para producirnos un perjuicio.
Ejemplos: luces del automóvil durante un control policial de tránsito (pasado el control vuelven a funcionar sin que podamos encontrar la causa de la falla anterior), escobillas limpiaparabrisas en un día de lluvia torrencial. Cuando finaliza la lluvia los limpiaparabrisas, vuelven a funcionar.
LOS QUE TIENEN PROBLEMAS SEXUALES: son objetos que tienen problemas característicos de su sexo.
Ejemplos: las computadoras que al ser femeninas tienen “esos días” en que nos vuelven locos, perdiendo archivos, imprimiendo defectuosamente, etc. Estos problemas, tengo entendido, no los tienen en España, ya que allí, estos artefactos, se denominan ordenadores, o sea que son masculinos. Pero como son objetos inanimados, suelen tener problemas en “momentos muy importantes” lo que demuestra que la maldad de estos objetos es elevada ya que se los considera inteligentes.
LA CATEGORÍA 3 (los dañinos) son los que dejan de funcionar y no pueden repararse.
Ejemplos: se produce un corte de energía eléctrica. Ante la emergencia, para alumbrarnos usamos velas, fósforos, faroles a gas, antorchas, etc. hasta que un día, haciendo compras en un supermercado, vemos una hermosa linterna de 4 elementos (pilas), foco ajustable, cromada, con imán para fijarla a la puerta de la heladera, etc.
La compramos, la llevamos a nuestra casa y la guardamos en un cajón a la espera de una emergencia y cuando esta se produce, seis meses después, tomamos la linterna y al intentar encenderla comprobamos que no funciona. Se reventaron las pilas, se sulfataron los contactos, se oxidó el interruptor y no se puede reparar. Lo mismo sucede con los encendedores de cigarrillos de los automóviles, que al tiempo de comprar el mismo dejan de funcionar y no pueden ser reparados.
LA CATEGORIA 4 (los traumatizados) se subdividen en dos subcategorías: los olvidadizos y los que se suicidan.
LOS OLVIDADIZOS, son objetos, de un nivel intelectual superior que se olvidan de las cosas que les decimos.
Ejemplos: las computadoras que pierden la información que nosotros estamos seguros de haber grabado reiteradas veces. Otro tanto sucede con los cajeros automáticos, que se olvidan de nuestro código y no reconocen la tarjeta.
LOS QUE SE SUICIDAN, son objetos que producen su autodestrucción.
Ejemplo: estamos solos en nuestra casa, mirando televisión y tomando un whisky en un vaso de cristal. Suena el teléfono en una habitación vecina. Dejamos el vaso sobre una mesa ratona, razonablemente distanciado del borde de la misma. Mientras estamos hablando escuchamos un ruido en el living y al regresar al mismo, nos encontramos con que el vaso se ha arrojado al vacío, estrellándose contra el piso y haciéndose añicos.

LA CATEGORIA 5 (los violentos) se subdividen en dos subcategorías: los que atacan a las personas y los que atacan a otros bienes.

LOS QUE ATACAN A LAS PERSONAS, son objetos cuya maldad hace que agredan a los seres humanos.
Ejemplos: estamos cortando carne, queso o frutas con un cuchillo o papel con un “cuter” y de repente, el cortante se desvía el camino indicado por nuestra mano y nos produce un corte mas o menos grave de acuerdo al su nivel de agresividad. Lo mismo sucede con martillos, cuando estamos introduciendo un clavo y al intentar golpear la cabeza del mismo, el martillo se desvía y nos golpea la mano, lastimándonos. Otro ejemplo habitual y contundente es el de las mesas ratonas, que se mueven repentinamente, cruzándose en nuestro camino, haciéndonos golpear las piernas.
LOS QUE ATACAN A OTROS BIENES, son objetos cuya maldad hace que se autoproduzcan daños que  a su vez provocan reacciones que dañan a otros objetos.
Ejemplo: estamos circulando con nuestro automóvil y repentinamente se rompe el sistema de freno y al querer detenernos en un semáforo el coche no frena  y embestimos a otro automóvil detenido, con los daños correspondientes en ambos vehículos. (esto suele suceder generalmente cuando por descuido u olvido no hemos renovado la póliza de seguro del automóvil)
NOTA: en esta categoría nos encontramos con ejemplos de maldad suprema en el caso de cables de alta tensión, instalados incorrectamente, que se cortan y caen sobre cables telefónicos (también instalados incorrectamente) lo que produce: destrucción de la línea telefónica, de la central y el aparato telefónico y en casos extremos el ataque a seres humanos produciendo la electrocución de los mismos al atender el teléfono.

Esta clasificación con los ejemplos correspondiente, nos hacen comprender que los objetos inanimados, tienen maldad y que la misma varía de acuerdo al tipo de objeto y a las circunstancias.

                                        
                                             EL FAMOSO CACHO