lunes, 31 de diciembre de 2012

BRINDIS 2013

Y se va terminando el año. Se van consumiendo las últimas horas y todos corremos en pos de ultimar detalles. Envolver el pan dulce, saludar a todos los amigos y familiares que no veremos esta noche, hacer que los hijos duerman la siesta y no lograrlo. Es un día especial siempre. Terminar algo nos predispone para el futuro, aunque no lo tengamos muy claro o sí.

Se va terminando el año, y es un buen momento para brindar. Por lo vivido y por lo que vendrá. Levanto mi copa entonces y brindo por el 2012 que termina. Brindo por la gente en la calle, no por la protesta, sino por la participación. Brindo por la libertad de expresión, por la pluralidad de voces, por el respeto, por la colaboración.

Brindo por las vacaciones que tuvimos en la playa, por el derecho a varios metros cuadrados de arena por cada uno, por el mar nuestro, frío pero nuestro. Brindo por que bajen los precios, sobre todo los del protector solar 65.

Brindo lamentablemente otra vez por el fin de la violencia, porque terminen los asesinatos, las locuras individuales que toman vidas inocentes en masa, por la paz en el mundo sin que sea sólo una frase. Brindo por la salud de los presidentes que este año tuvieron en vilo a Latinoamérica, y brindo por Latinoamérica, porque nos aúne la región, la historia común, la raza, el idioma, el origen, las históricas luchas y no el fanatismo.

Brindo por nuestro transporte público, por que ya no tengamos tragedias, porque la lucha por el subte sea por los ciudadanos y no por el poder. Por las callecitas de Buenos Aires, por el precio del bondi, por la SUBE, para que baje y por los genitales de la lora de Mauricio, pobrecita. Brindo por la corrupción que supimos conseguir, para que vayan presos los que tienen que ir, para que el acceso a puestos de gobierno sea por convicción, por vocación de servicio, por militancia y no por Cicconear.

Brindo por el deporte, por las olimpíadas, por los records de Messi, por la vuelta de River a la A y por la alegría familiar. Brindo por que los meses recuperen su nombre y su identidad. Porque mayo sea mayo y no M, que podría ser marzo. Por que abril sea abril y no A que podría ser agosto.

Brindo por los que se fueron este año y nos dejaron su recuerdo eterno. Por Robin Gibb, por el flaco, por la Huston, por la Summer, por Adrián Otero y las eternas Raval y Vargas. Brindo por Larry Hagman, por Ray Bradbury y por Neil Amstrong. Brindo por Gogò Andreu, por Ethel Rojo, por Jorge Luz, por Olga Zubarry, por Alicia Zanca y por Leonardo Favio. Brindo por Jorge Rossi y por Caloi. Y brindo por Juan Alberto, porque desde algún lugar, nos sigue haciendo compañía.

Brindo por la familia, por el amor, por los amigos. Brindo por el baño que por fin arreglamos, y por el crédito que lo hizo posible y aún adeudamos. Brindo por el sillón nuevo en el que entramos los cuatro, y por mi trabajo que este año ha sido muy grato. Brindo por mis hijos, por Joakim egresadito, por su espontánea frescura y por los logros de Ezekiel, en especial, por su partitura.

Brindo por mis sobrinos, particularmente por María Luz y sus quince años, por Pedro, por Lucho y por mi princesita Julieta. Un brindis de bienvenida para Brisa y otro para Alejo que se agranda la familia.

Brindo por Mente Literata, que sigue creciendo y por Alma de Loca que va queriendo.

Y ahora sí brindo por el 2013. Porque nos encuentre unidos o por lo menos aunados. Brindo por los proyectos, por los sueños, por las utopías. Brindo por los discursos en cadena, para que sean más cortos o para que no los vea. Brindo por el Rojo, por el promedio, por el Tolo, por el Rolfi, por las copas, por la virgen María, por santa Catalina, por la difunta Correa, por el gauchito gil y por todos los santos que conozcan.

Brindo por Ari, por sus ganas, por sus anhelos, y sobre todo por sus pasiones. Porque va siendo cierto esto del amor eterno, eso de compartir y sobre todo eso de apoyarnos. Brindo por su desenfado, por su franqueza y le doy las gracias por estar a mi lado.

Y brindo por los amigos, por ser, por estar. Por las salidas al teatro, por las cenas, por el vino, por los chats de madrugada.

Brindo por un nuevo año sin leyenda Maya, por un nuevo año con más feriados que fin de semana.

Brindo por la libertad, la de todos y cada uno. Brindo por que seamos diferentes pero unidos, porque pensemos distinto pero en un mismo sentido, porque nuestros hijos un día digan y sientan que para un argentino, no hay nada mejor que otro argentino.

Brindo por mí, por vos, por nosotros. Por los que ya no están pero estarán siempre.

CHIN CHIN.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

MOROCHITO EGRESADITO

Para mi hijo menor,
que ya es grande.

La primera vez que fuiste al jardín lo hiciste dentro de mi panza. Fuimos y vinimos juntos desde que eras un porotito hasta que saliste con casi tres kilos y medio. Blanquito, blanquito naciste. Casi transparente. Y sin pelo. Ni cejas tenías. Y ni se te veían las pestañas de tan rubias. “Miren que lindo morochito hicieron”, nos dijo la obstetra. Y así te quedó. Nuestro Morochito. Con mayúsculas.

Y seguimos yendo al jardín a llevar a tu hermano y a pasarlo a buscar. A upa, en el paragüitas y caminando. Fuiste conmigo, con papi y con tía Mary que te mima desde que naciste cuando nos vamos a trabajar. Y te saludaban las seños, y te tenían en brazos y te preguntaban cuándo ibas a ir vos también a jugar. Y ese día llegó antes de lo pensado. No tenías aún dos años cuando decidimos con papi que fueras al jardín. Nos recibió Nancy y nos presentó a Loly, que hizo bollitos todos mis miedos y mis angustias y se fue a la sala con vos en brazos cantando la canción de la papa.

La idea de la jornada simple se transformó en jornada completa con comedor en apenas una semana. No había forma de retirarte a mediodía. Nancy y Loly me hicieron ir a “espiarte” para que viera cómo te divertías en esa sala llena de “Solcitos” y con qué amor la seño Paula te cambiaba los pañales. No hablabas ni una palabra en mayo, ni mamá decías. Con suerte se te escapaba un “mmmaMMM”. Sin embargo, vendiste escobas y escobillones para el día de la Patria. Después de las vacaciones de invierno hasta cantabas. Creaste un hippie divino con pañuelo vincha y enorme símbolo de la paz en el pecho y un hermoso Papá Noel para terminar tu primer medio año de jardín. Abrazaste a Loly y a Paula y parecía que no las ibas a soltar nunca. Y nosotros tampoco.

En 2010 fuiste “Estrellita” y te recibió la seño Agus. Me preguntó cómo eras, y le dije “flower power”. Me miró raro, pero cuando terminó el año me dijo que era la mejor descripción que podían haberle hecho sobre vos, que eras un espíritu libre. La seño Silvi te acompañó y te ayudó a dejar los pañales. Y así, bailaste folklore para el día de la Independencia y Colores para el día del maestro. Y para finalizar el año te tocó ser el musculoso más flaco de toda la historia del circo.

Llegó el 2011 y fuiste “Lunita”. La seño Anto inundó de ternura este año. Entre su dulzura y la tuya tu cuaderno y tu carpeta son un pegote de dulce de leche y chocolate. Junto con la seño Maricel llenaron hojas y hojas de carpeta. Cómo trabajaron ese año!!!!! Fue un enorme salto para vos. Cambiaron tus dibujos y aprendiste a escribir tu nombre. Tomaste confianza para las manualidades y, sin temor a equivocarme, delineaste tu personalidad. Recuerdo haberte dicho que no agarrabas bien el lápiz y me contestaste “la seño Anto tampoco y es seño”. Tomaste amor por los cuentos y fuimos al jardín a leer uno de “La brujita”, tus favoritos. Y tocaste el bombo para el 25 de mayo y bailaste el “La canción del jardinero” para el 9 de julio con un poncho rojo que tuvimos que hacer en casa y cuyo diseño elegiste vos, con esa personalidad única de la que hablo. Qué trabajo me dio ese poncho y qué feliz me puso tu carita cuando lo viste!!!! Aun tengo en la biblioteca el portarretrato que pintaste con tus deditos y la camisa naranja con moño que luciste pintada para bailar Footloose guardada en el placard. Todo el verano cantamos y bailamos Footloose. Y ahora escribo esto, me acuerdo y me ruedan dos lágrimas gordas por las mejillas. Maravilloso acto el de ese año. Parecía que no ibas a poder despegarte de Anto. No existía posibilidad alguna de cambiar de seño.

Pero no se podía evitar el cambio y se vino el 2012. Cuando volví de la reunión de padres te dije que tu seño iba a ser Cintia. No te acordabas mucho de ella pero había sido maestra de tu hermano y él te dijo: “Es la mejor seño que podés tener”. Y fuiste “Arco Iris”, uno hermoso, lleno de colores, de alegría, de brillo, así como sos vos. Asomando siempre después de cada tormenta con la sonrisa y la picardía pintada en la cara. Y este fue el año para poner en la vitrina, para mirarlo cada tanto y reir y llorar de emoción. Compartiste el año también con la seño Paulita y luego con la seño Lau. Un sol de maestra que te llenó de besos, canciones y contención. Y fuiste morochito de verdad el 25 de mayo con una enorme peluca de rulos negros. Y el 9 de julio vi el himno más lindo que vi en mi vida. Y dije bien: VI. Cantaste el himno en lengua de señas y paralizaron el estadio Obras completo. Vestidos con una camiseta en la que pintamos en familia la bandera. Jamás voy a olvidar ese acto.

Y este fue el año de los amigos, de fortalecer lazos, de crecer juntos. De hablarles por teléfono, de llorar por los que se van. Fue el año de sorprendernos aprendiendo a escribir, de mostrarnos lo responsable que sos con tus cosas, y de disfrutar del jardín más allá de los tropiezos y de no poder permanecer en una silla. Hace un par de meses atrás te escuché hablar con tu hermano y le preguntabas por qué te había dicho que Cintia era la mejor seño que podías tener. Y Ezekiel te contestó: “por que con ella aprendí a escribir, porque cuando te reta te dice un chiste, porque es divertida… No sé, Joako… porque la quiero mucho, porque es la mejor”. Y se quedaron callados. Al rato te dice: “Por qué me preguntaste eso de Cintia?”. Y le dijiste con tu vocecita: “Porque tenías razón”. Sin palabras.

Y ahora estás ahí, paradito, con tu gorro de egresado y no puedo creer el tiempo que pasó. En este mismo instante te veo en brazos de Loly saludando con la manito para que te dejara y me fuera tranquila. Nancy me saca del recuerdo cuando dice tu nombre en el micrófono. A mi se me estruja el alma y ahí vas vos a abrazar a tu seño Cintia, y es un abrazo infinito que ella te devuelve. Y sos uno más en la fila de niños que reciben su medalla, pero para mí sos el único. Se me caen las lágrimas y te veo borroso y llena de orgullo. Ahí está mi Morochito bello, radiante, con dolor de panza pero feliz. Y para finalizar, una última canción. “Aprender a volar”, en lengua de señas. No puedo dejar de llorar.

Qué más puedo decirte de este año? Que se termina. Y que con él termina una etapa maravillosa, la del jardín. Y que tuviste la suerte de tener a las mejores seños. Y a los mejores amigos. Seguramente alguno, te acompañará por la vida. Seguramente alguno crecerá a tu lado. Seguramente alguno podrá vivir junto a vos esos sueños que forjaron durante estos años. Aprendiste a volar. Felicitaciones, Joakim. Sos mi Morochito egresadito. Perdón, mi Morocho egresadito.

martes, 4 de diciembre de 2012

NO SUPE



Para mi sobrina mayor,
la primera de mis princesas.



Te conocí un diciembre, como este, pero 15 años atrás. Hacía calor, como hoy y venías en pañales a upa de tu mamá. No supe en ese momento, que ese bebé que no tenía aún un mes de vida, iba a ser mi sobrina por siempre apenas unos días después.

Tenías la piel rosada y suave y un halo de ternura infinita en la expresión. Lo recuerdo como si hubiera sido ayer. Te tuve en brazos casi desde el vamos. Fuiste mi primer bebé, mis primeros pañales, mi primera mamadera, mis primeras canciones infantiles y mis primeros relatos.

Tuve el privilegio de ver cómo crecían tus hermosos rulos, cómo te salían los dientes y cómo los perdías. Para vos inventé el sillón de los cuentos, ese que luego usaron todos los niños de la familia. En ese sillón humano, entre mis piernas, he narrado más de cien veces la historia de las princesas bailarinas que arruinaban sus zapatos… “ota ves, tía… ota ves”.

Me hiciste dibujar y jugar a las muñecas, ver en la tele las mellizas que eran tres y recorrer doscientas jugueterías para conseguir el vestido violeta para la Barbie.

Recibí de tus manos la alianza de casamiento. Fuimos al cine, al teatro y a comer un helado. Elegimos los vestidos para tus cumpleaños y la lámpara para el cuarto.

Aprendiste a hablar, a dibujar, a leer, a contar. Descubriste a Papá Noel, a los Reyes y al ratón. Creciste y tuve la suerte de estar ahí. Hablamos por teléfono, miramos tus cuadernos, nos prestamos algún libro y jugamos al diez mil.

Año tras año cociné tus roscas de Pascuas y compré huevitos aunque no los comieras. Aún están en mi heladera todos los imanes que me hiciste y tengo una carpeta con decenas de “cuadritos” que me dibujaste y cajitas de madera que me pintaste.

No supe hace 15 años que tendría una sobrina para toda la vida. Lo supe unos días después. Y supe también que te iba a querer todo lo que te quiero, que te iba a acompañar con el corazón por el resto de mis días y, lo más importante, supe que día a día iba a volver a elegir ser tu tía.

Hoy te veo enorme, hermosa, dulce como siempre, segura de lo que te gusta, con la firmeza de una personalidad única que admiro y no puedo más que agradecer a la vida por haberme dado la posibilidad de compartir estos años, por haberme regalado un vínculo que no me dio la sangre sino el amor.

Esta es la edad de los sueños, la de las ilusiones, la de los delirios de futuro. Es la edad de proyectar, de comenzar a delinear un estilo, de elegir, de disfrutar. Es el tiempo para no pedir permiso, para dejar de hacer para empezar a SER. Es el momento de iniciar un camino sinuoso lleno de sorpresas, es la hora de los desafíos, de creerse único, poderoso y audaz. Es el momento de golpearse, caerse y volverse a levantar.

Y para todo eso, voy a estar ahí, para acompañarte, para que me cuentes cómo vas, para que me pidas la ayuda que puedas necesitar, para seguir cocinando la rosca, eligiendo vestidos y leyéndote un cuento cada vez que no te puedas dormir.

No supe en el momento en que te conocí lo que hoy sí sé: que estoy orgullosa de ser tu tía, que estoy feliz de verte crecer y que te quiero con toda mi alma, María Luz. Feliz cumpleaños. Felices 15 años, princesa.


miércoles, 24 de octubre de 2012

RISOTTO DE LLEGAR TARDE

No importa el motivo. Todos alguna vez hemos llegado tarde a casa, los hijos nos han mirado regalones y esos ojitos nos han preguntado qué paso. Luego del abrazo, vendrá la pregunta de rigor: Qué comemos?

Ingredientes

- Champignones frescos
- 2 Cebollas pequeñas
- 1 litro de caldo casero que nunca debe faltar en el freezer
- 1 naranja
- 4 pocillos de Arroz blanco
- Perejil fresco c/n
- Queso rallado c/n
- Manteca c/n
- 2 kilos de ánimo
- Amor a gusto

Preparación

Dejar el cansancio en remojo. Si es posible, lejos de la cocina para no tentarse. Ponerse el delantal. Eso siempre ayuda a ponerse en situación. Descongelar el caldo y, mientras tanto, pelar y picar las cebollas. Está permitido llorar. Si alguien piensa que estamos verdaderamente agotadas podremos disimular responsabilizando a las cebollas. También filetear los champignones.

Servir de a poco los dos kilos de ánimo, en copa mejor, y sorberlos lentamente mientras cocinamos. En una cacerola ancha y baja derretir manteca y cocinar las cebollas hasta que estén transparentes. Prestar atención al sonido de la cocción. Concentrarse en él, relaja. Es casi una experienci zen. Mientras esperamos, es una buena práctica agacharse y abrazar a los niños que no pararán de revolotear a nuestro alrededor. Un par serán suficientes y se irán a jugar justo a tiempo para que agreguemos los champignones.

Tener preparado el arroz, los hongos rápidamente se ponen blanditos y cambian de color. En ese preciso momento incorporar los blancos granitos a la preparación. Revolver. Agregar caldo hasta cubrir y, a medida que el arroz lo vaya absorbiendo, echar más revolviendo cada vez en forma envolvente.

El arroz estará listo en unos 15 minutos. Debe quedar cremoso. Añadir el jugo de la naranja, remover y apagar el fuego.

Sobre la superficie colocar pedacitos de manteca y espolvorear con queso rallado. Tapar la cacerola y esperar 5 minutos. Avisar a la familia que se vayan lavando las manos.

Al destapar, revolver enérgicamente. Servir y espolvorear con perejil picado y amor a gusto. Sacarse el delantal. Eso siempre ayuda a ponerse en situación.

Es muy importante avisar a los hijos que está caliente. Mientras esperan podrán sentir el perfume de la naranja y recordar esta comida para pedirla cada vez que lleguemos tarde a casa.

 

sábado, 18 de agosto de 2012

AMARGO

Llueve. Hace días que llueve. Para mí, meses. Recorro la casa con la mirada y no encuentro vestigios del futuro. Mi agenda sólo tiene hojas en blanco, el teléfono no suena, tras la puerta no hay diarios ni de ayer y en el buzón sólo hay cuentas por pagar.

Revuelvo el café que ya debe estar frío por quinta vez. No me acuerdo si le puse azúcar. Me duele la mano por sostener la cabeza. Me duelen los labios por morder tanto vacío.

Las ventanas están mojadas, empapadas. Las macetas, inundadas. Y mis sueños anegados. Busco en vano un ancla que evite este naufragio, una evocación de mis fantasías que me amarren a la vida. Escudriño hasta en el último de mis recovecos y nada hay, nadie me reclama.

Mil preguntas me recorren y las respuestas zozobran ante un huracán de dudas. Mil preguntas me azotan y las palabras se hunden en mi llanto. Semblanza amarga la de esta madrugada. Ni vocales tengo para un panegírico.

Algún trueno perdido me rescata y como manotazo de ahogado desentierro mis proyectos para verlos sumergirse una vez más. Resucito un par de planes y los vuelvo a empujar hacia la oscura profundidad de la utopía.

El cielo está rojo, irritado. No distingo nubes. No distingo formas. Una masa escarlata se desangra imperturbable sobre la ciudad, perseverante, estoica. Y yo sigo sentada, con la mano sosteniendo la cabeza, mordiendo el vacío que hay en mi ser, con los ojos rúbeos. Y lloro. Hace días que lloro. Meses.

Revuelvo el café, por sexta vez. No le puse azúcar. Lo sé.

viernes, 25 de mayo de 2012

UN PAIS MEJOR

Viernes. 25 de mayo de 2012. Desayuno en casa. Conversación de hermanos.

- Por qué no vamos al cole? –el menor
- Porque es el día de la patria –el mayor
- Y qué es la patria? –el menor
- Acá, nene, donde vivimos… la Argentina –el mayor con voz de superado

Me quedé pensando en qué grandes están nuestros hijos y en la patria. Las fechas patrias tienen en casa un espacio. No son simples feriados. No me refiero a bañarse con la escarapela puesta, sino a pequeños actos cotidianos que transformamos en referencia. Es común, por ejemplo, hacer empanadas, carbonada, mazamorra o locro para el 25 de mayo o el 9 de julio; o leer las máximas que Don José de San Martín escribió a Merceditas el 17 de agosto.

Salimos de paseo este viernes y por la noche, mientras cenábamos las empanadas del 25, escuchábamos, grabado, el discurso presidencial. Lo escuchábamos hasta que la presidente dijo “La patria no es una entelequia”.

- Má… te puedo hacer una pregunta? –el mayor.

Estaba segura, hijo de que ibas a preguntar. Apenas pronunció “entelequia” lo supe. Tendría que pensar bien si la patria es o no una entelequia antes de contestarte. Debería tratar de entender qué sentido le quiso dar al término. Habrá pensado en Aristóteles? En Hegel? En el diccionario de la RAE? Que sea lo que tenga que ser. Preguntá, nomás.

- Sí, hijo.
- Qué es la patria?

Y como siempre ocurre, los hijos sorprenden. Toda la voz de superado que le habías puesto a tu hermano por la mañana se hizo ternura en la pureza e inocencia de la voz de la noche. Y mirando a los dos a los ojos se me hizo un nudo en la garganta. No puedo evitar pensar en mis abuelos, que dejaron Galicia siendo pequeños y que adoptaron esta tierra como su casa, pero su patria quedó allá. Se trajeron algunas recetas, algunas canciones y unas cuantas heridas. No fueron a la escuela. Aprendieron a los tumbos y se pusieron a trabajar. Arduamente. Se hicieron peronistas, pero nunca votaron acá. Lo que sí hicieron fue pelear por la Argentina. Fueron honestos, construyeron sus casas, educaron a sus hijos.

No puedo evitar pensar en mis padres, que nacieron acá y estudiaron. Continuaron las recetas y sumaron otras más. Incorporaron el tango y el folklore, cerraron algunas heridas de allá y se les abrieron unas cuantas de acá. Mamá terminó la primaria y a papá no le alcanzó para terminar la secundaria. Siguieron estudiando de alguna manera y salieron a trabajar. Arduamente. Papá se hizo socialista de la mano de Alfredo Palacios. Votaron acá. Y sufrieron los silencios cuando no se podía votar. Pero tuvieron la suerte de no tener que irse. Pelearon por la Argentina. Siempre con honestidad, construyeron su casa, educaron a sus hijas y nosotras terminamos la universidad.

Tres generaciones haciendo patria. Siempre buscando “un país mejor”, sabiendo que la “patria” está en nosotros y depende de nosotros. Entelequia? No lo sé.

- Mami… y la patria? – El menor.
- Ah… perdón. Es que me puse a recordar. Patria es sentir la tierra en el alma. Patria es identidad. Es saber que pertenecés a un lugar y que a ese lugar te unen muchas cosas. La familia, los amigos, el colegio, la música, la comida, la historia, los paisajes. Uno reconoce a la patria en la bandera que flamea en lo alto de un mástil, pero también en la camiseta de fútbol con los mismos colores. Hablamos de patria cuando hablamos de Manuel Belgrano, pero también cuando hablamos del médico que operó en el hospital. Decimos Patria con la boca llena cuando decimos “Malvinas”, pero también cuando decimos “Mendoza”, “Chaco”, “Villa 31” o “Palermo”. Patria es el mate, las empanadas, el cordero y la humita en chala. Es el pingüino, el ñandú y el perro de la esquina. Patria es el glaciar, las cataratas y el balcón de casa. Es el ceibo, el ombú y la flor de lavanda que me trajeron al volver del colegio. Patria es eso que hace que no te quieras ir de TU lugar. Y si te fuiste, es eso que hace que quieras VOLVER. Patria es eso que nos impulsa a luchar por “un país mejor”. Patria es mirarlos ahora mismo a los ojos y saber que papá y yo tenemos un excelente motivo para levantarnos mañana e ir a trabajar, para servir un plato de comida caliente a la mesa y compartir el día entre los cuatro, para contarles un cuento antes de dormir, para que ustedes estudien, sean personas de bien y continúen el sueño de los patriotas del 25 de mayo de 1810.

VIVA LA PATRIA!!!

martes, 24 de abril de 2012

PAN DE LECHE

El subte está lleno. El entorno, denso. Buenos Aires arde a treinta y siete grados en el asfalto y acá, bajo tierra, el ambiente es una conspiración contra la involuntaria acción de respirar. Dentro del vagón se produce un bailoteo de cabezas que “cogotean” casi rítmicamente tratando de captar un poco de aire por encima de la masa humana.

A pesar de esto, el subte avanza y en cada estación, como si los cuerpos fuesen comprimibles, suben tres pasajeros por cada uno que baja.

En Facultad de Medicina, el vagón en el que viajo está a punto de expulsar gente por la ventanilla. Una señora embarazada y un señor con bastón pretenden bajar. Varias personas descienden para facilitarles la tarea mientras los que esperan en el andén empujan para avanzar. En medio de ese intercambio, sube una mujer.

Yo voy parada cerca de la puerta y ella hace un esfuerzo por llegar con su mano a tomarse del caño vertical que está a mi lado. Es muy petisa y muy obesa. No sé por qué me viene a la cabeza una espantosa imagen: si muriera, su ataúd debería ser cuadrado. Tremendamente avergonzada por esta impresión, giro la cabeza hacia otro lado. En Pueyrredón, se paran las dos personas que viajaban sentadas delante de mí. Casi como pidiendo perdón a la mujer por mi conjetura, hago un gesto con la mano para que se siente primero ella en uno de los asientos que se acaban de desocupar. Me mira. Arquea las cejas de una forma extraña como si me preguntara si estoy segura de lo que le ofrezco. Vuelvo a hacer el gesto con la mano confirmando la propuesta y entonces se sienta. Ahora entiendo su mirada. En los dos asientos se sienta. Le sonrío entonces y me siento aún peor que antes.

No es obesa. O sí, pero de la cintura para abajo. Es como si se tratara de dos medios cuerpos ensamblados. Tiene los brazos delgados pero fuertemente fibrosos. Lleva dos bolsas grandes de lienzo blanco, pesadas, cargadas de cosas. Los dedos de sus manos son finos y largos, sus uñas cortas y sin pintar. Su piel es blanca, blanquísima y llena de pecas. Usa su largo y rojizo cabello recogido con una cola alta. Sus ojos azules se esconden un poco tras unas interminables pestañas y otro tanto tras el flequillo. Su nariz es diminuta, sólo resalta la punta como una especie de garbanzo. Sus labios están dibujados por un artista, sonríe y deja ver unos blancos dientes parejos, esculpidos. En los lóbulos de las orejas, lleva sendas perlas. Estoy sorprendida por la perfecta armonía de sus facciones. No tiene ni una gota de maquillaje. Se me ocurre un rostro ideal para ilustrar un cuento de hadas.

Viste una musculosa del color de los duraznos maduros, ceñida al cuerpo. Una enorme pollera naranja oculta sus piernas hasta las rodillas que, absolutamente redondas y voluminosas, brillan. Parecen capiteles jónicos de dos columnas, cilindros perfectos cuya basa son sus hinchados pies guardados en zuecos de plástico blanco.

Una melodía alegre que no reconocí, interrumpió mis cavilaciones. Era su celular. Atendió con dulzura y dijo que se encontraba en la estación Bulnes y que viajaba en el primer vagón. Cortó. Guardó el celular en una de las bolsas y del mismo lugar sacó un pequeño frasco de vidrio. Lo destapó. Lo olió con los ojos entrecerrados y se puso un poco del líquido que contenía en una muñeca y con ella se frotó la otra.

En ese momento sentí olor a pan caliente, a bizcochuelo de mi mamá, a la cocina de mi abuela. La miré y me sonrió. “Es agua de azahar”, me dijo. Guardó el frasco justo cuando llegábamos a Scalabrini Ortiz. Sacó su brazo por la ventanilla y se le iluminó tanto la cara que se le dibujaron hoyuelos en las mejillas. Un niño de unos diez años subió al vagón, se le acercó pidiendo permiso a los pasajeros y la abrazó fuerte en el cuello. Guardapolvo blanco, mochila, mucho cabello colorado despeinado y un poco de tizne en las manos. “Hola mami”, le dijo, y se le dibujaron los mismos hoyuelos en sus mofletes pecosos y tiernos. La mujer lo sentó en una de sus piernas y pude ver la felicidad hecha niño en su cara. El tomó su mano y olió su perfume para luego apoyar la cabeza sobre el hombro de su mamá. Ella lo besó y le dijo que no se acomodara mucho que se tenían que parar. Me agradeció el asiento y la hermosa criatura me saludó con las manitos sucias como si fuésemos vecinos. “Vamos, pan de leche, que espera papá en el tren”. Bajaron en Palermo.

Me senté en el amplio espacio vacío y fui hasta el final del recorrido sintiendo su olor. Olor a madre, olor a dulzura, olor a trabajo, olor a masa tierna, olor al calor del horno, olor a desayuno casero, olor a ir al colegio, olor a manteca y mermelada, olor a crema con vainilla, olor a familia, olor a hogar. Olor a pan de leche.

jueves, 22 de marzo de 2012

OTOÑO

Me despierto hoy extrañamente madrugando al sol. Es la misma hora de cada día y, si bien clarea, aún no hay luz. El calor es tenue y sopla una brisa que no es la de ayer. Levanto las persianas y el alba huele diferente: huele a pintura fresca, a pigmentos nuevos. Y mientras deambulo esta alborada, empiezo a disfrutar de los nacientes matices. Son colores que laten en mí. Rojos. Naranjas. Amarillos. Palpitan, vibran en mi interior. Quizás porque son los que deja el fuego de mi verano. Ese verano que saluda y me promete volver, montado en esa nube que se aleja y ahora deja ver a un débil astro rey. Melancolía. Tiempo de empollar nuevos sueños. Hora de abrigar esperanzas. Momento de inspiración. Sublime estación para sentir.