jueves, 31 de diciembre de 2015

BRINDIS 2016


Se va terminando el año y es un buen momento para brindar. Como todos los años, tenemos todo listo menos lo de último momento que es casi el setenta y cinco por ciento de todo. Sacá las botellas del freezer. Por qué no se van bañando? No te olvides el Mantecol que tu vieja nunca compra. Ya te bañaste? Filetear la pavita, planchar el vestido, condimentar la salsa, pintarse las uñas. Podés dejar la compu e irte a bañar? Podría ser un 31 más, pero no. Es el de este año y no se repite. ANDA A BAÑARTE!!!!

Se va terminando el año, decía y es un buen momento para brindar. Por lo vivido y por lo que vendrá. Levanto mi copa entonces y brindo por el 2015 que termina. Brindo por las diferencias, porque nos enriquecen, porque nos permiten descubrir, porque nos dan identidad. Brindo porque esas diferencias nos unan en una charla y ya no nos separen más.

Brindo por nuestras vacaciones, las que han sido las mejores hasta hoy. Brindo por nuestras playas, que son frías y ventosas, pero que tienen ese qué se yo, viste? Por nuestra arena gruesa que pincha los pies en el agua, por la finita del puerto que se amiga con el viento y molesta en los ojos. Por nuestras olas rompiendo en la escollera, por nuestros hijos rodando en los médanos, por sus sonrisas aunque llueva los quince días.

Brindo por la paz, porque ya nadie busque refugiarse de la guerra y no encuentren más niños muertos en la arena. Brindo porque la tolerancia reine en el mundo, porque los atentados 2015 sean la última página negra de la historia de la humanidad. Y como todo siempre empieza por casa, brindo por los valores, la solidaridad y las palabras mágicas.

Brindo por la Justicia. Por la condena de los imputados en la tragedia de Once, porque se esclarezca el caso Nisman, porque los delitos de corrupción no prescriban y vayan presos los culpables. Brindo porque un día estemos orgullosos de nuestro gobierno aunque no estemos de acuerdo o no lo hayamos votado. Brindo por la participación, por la militancia en los barrios, por el compromiso en lugar de insultar en los bares y redes sociales.

Brindo entonces por la UCR, por su reconstrucción y por el espacio en #Cambiemos. Brindo por la convención de Gualeguaychú y por Sanz que lo hizo posible. Brindo por todos los radicales que lo apoyaron y por los que no, pero lo respetaron. Brindo por todos los que accedieron a un espacio de gestión, para que honren sus nombramientos y nadie se acuerde de sus mamás.

Y hablando de mamás, brindo por mis hijos, porque son mi norte, porque me sorprenden y me agrandan. Brindo por mi morochito, porque es gigante, porque su fuerza es única y porque digan lo que digan, no cambie jamás su capacidad de descubrir, de crear, de preguntar. Porque ser inquieto, cuando se canaliza como corresponde, no es defecto, es una virtud. Brindo por Keke, por su inventiva, por sus logros, por su desafío constante a todo, a todos y a él mismo. Brindo por María Luz, que terminó el secundario, cumplió 18 y me sigue abrazando como cuando tenía 5. Brindo por Pedro, por su cariño infinito y porque aunque crezca sigue siendo mi osito. Por Lucho, por su ternura única, su fútbol, sus pasiones y sus cachetes con hoyitos. Por Juli, mi princesita mía, por sus manitos, por su primer fin de ciclo y sus cartitas con corazones. Por Alejo, por Brisa, por el primer año de Carmela. Por verlos crecer a todos.

Brindo por los que se fueron este año y nos dejaron su recuerdo eterno. Por los grandes artistas Anita Ekberg, Joe Rígoli, René Lavand, Ana María Giunta, B. B. King, Sergio Renán, Antonio Dal Masetto, Phil Taylor y Berugo Carámbula. Por Alejandro Romay y Gerardo Sofovich. Por el fiscal Alberto Nisman y por Julio Cesar Strassera, por Tomás Bulat y Eduardo Galeano.

Brindo por el fútbol. Por la copa América que no ganamos. Y porque van… Brindo por que se juegue con la camiseta y no con gas pimienta. Brindo por el Rojo de mi vida, por verlo ya sin la calculadora en la mano, porque ya no se rompan los jugadores, por Cebolla, por Benitez, por Mancuello, por Pisano. Si, si, está bien. Por Pellegrino también.

Brindo por la educación pública, siempre. También por el arte que supimos disfrutar, por el cine y entre todo, nuestro Relatos Salvajes, por el teatro y las citas pendientes, por la música y los músicos, por los libros que este año casi abandoné.

Brindo por nuestros peces y porque se agrande la pecera. Por la mesa de fondue las sillas nuevas, mi balcón verde y porque las lavandas crezcan. Y como no se me va lo nerd, brindo por el iPhone 6S, el Apple Watch, mi iPad y su stylus. Brindo por mi vecino nuevo, el del super chino, para que no grite, o por lo menos, que grite en argentino.

Brindo por el trabajo, por los grandes proyectos, por los diarios. Brindo por mi equipo, que es groseramente profesional y desafiante, porque sigamos creciendo y pasando buenos momentos. Brindo por la familia, por el amor, por los amigos. Por los que lo son y los que lo fueron antes, por los reencuentros y los asados gigantes.

Y ahora sí, brindo por 2016. Por que nos encuentre juntos y no amontonados, porque se cierre la grieta, la grieta social, sí, pero sobre todo la de mi baño. Brindo por los proyectos, por el futuro, por la esperanza, por construir día a día.

Brindo por Ari, por una nueva etapa, por su ingenio, su energía y su postura ante la vida. Porque siga siendo mi amor, mi cómplice y todo. Porque siempre seamos mucho más que dos. Brindo porque, de alguna manera, sigamos hablando de política, por su apoyo a mis gustos tan diferentes de los suyos, porque el respeto que nos tenemos sea ejemplo para los hijos. Por el cine, los mates, la tecnología, el sexo y las utopías nuestras de cada día.

Brindo por mis hijos, por sus sueños, su educación, sus juegos, sus abrazos, sus “mami” y porque se vayan a bañar sin que se los pida.

Brindo por tía Mary, y su recuperación completa. Por los amigos. Por los de siempre y por los que se suman. Por los proyectos comunes, los brindis, las visitas y las docenas de fondues que les voy a preparar.

Brindo por las promesas que no voy a hacer a ver si este año cumplo alguna, Brindo por el Rojo, por supuesto, por verlo de local y también de visitante. Por una TV sin Tinelli, ni 678, ni similar que lo reemplace. Por el futuro, porque #Cambiamos, por la libertad, por la coherencia, por el respeto. Brindo por los ideales, por las pasiones, por los sueños.

Brindo por mí, por vos, por nosotros. Por los que ya no están pero estarán siempre.

domingo, 13 de septiembre de 2015

UNA DE CONVOY


Mi abuelo no sabía muchas cosas, pero todo lo que sabía, me lo enseñó. Me enseñó a jugar al ajedrez, a pasar pastina en las juntas de los azulejos, a podar el jazmín con tijera, a pelar la manzana sin que se corte la cáscara y a recortar las plumas a los teros para evitar que se escapen. Y lo mejor que me enseñó fue a respetar al otro.

El Lolo era inmigrante español. Gallego. Ya les conté en otro post cómo llegó a la Argentina siendo niño. Aquí creció, aprendió a leer, a escribir y a dibujar. Vivió en Sarandí, se hizo hincha de Independiente y se enamoró de mi abuela Yolanda.

En aquella época, la abuela era de Racing, pero cuando yo nací ya era del Rojo. Cosas de la época. La recuerdo preparando rauda el almuerzo para que no se hiciera tarde para el partido pero no la recuerdo yendo a la cancha. Quizás, en algún lugarcito, tenía guardados sus colores originales.

A la abuela le gustaba cantar y bailar. Era muy divertida. Solía limpiar y cocinar con el "Winco" a todo volumen. Una vez me dijo que cuando ella era joven, "los bailes de Racing eran mejores". El abuelo sabía esto, estoy segura, pero nunca le decía nada.

Cuando se jubiló, se mudaron a Barracas. Dejaron la casa con jardín por un departamento sobre Martín García. Cuarto piso a la calle. "Yolanda, cerrá la ventana del balcón, 'hacélfavó', tanto ruido de coche no se escucha la radio". Al Lolo le cortaron las alas como a los teros, para que no se escapara. Pero esa es otra historia.

Los domingos que jugábamos de local, los abuelos se venían para Avellaneda. La abuela se quedaba en casa y yo me iba a la cancha con el Lolo a la platea de vitalicios. Cada partido me presentaba a la misma gente: mi nieta mayor, es del Rojo. Y se le inflaban los escuetos bigotes. Teníamos como un ritual a la salida de la cancha. Caminar por Alsina hasta Belgrano y ahí tomar el 24 o el 11 hasta Güemes.
A veces, a la abuela le dolía la cintura y no podía venir. Entonces, caminábamos hasta Mitre para tomar el 17. Si jugábamos con Racing, le dolía la cintura. Si ella sabía que me volvía con el abuelo, hacía milanesas con bocadillos de acelga. Y flan. Porque también sabía que estábamos contentos.

El sillón verde, en Sarandí.
En Sarandí tenían un enorme sofá verde oscuro con dos almohadones peludos con los que me gustaba jugar y no me dejaban. Frente al sillón, había una mesita redonda de mármol muy chiquita, con tres patas de madera. En Barracas semejante mueble, quedaba ajustado. Antes de la cena, era costumbre que el abuelo agarrara la Spica para escuchar 'La oral deportiva', que en ese momento era aburrida para mí. Cuando el abuelo prendía la radio, yo me sentaba en el piso entre el sillón y la mesita y me ponía a escribir.

Recuerdo un regreso a Barracas luego de una goleada de Independiente a Racing, cuando le fui a dar la radio al abuelo antes de cenar me dijo: hoy no, Galleguita. Vení, prendé la televisión, dan 'una de convoy'. Después, la abuela sirvió las milanesas y me quedé a dormir ahí.

Lo más importante que me enseñó el abuelo, fue el respeto por el otro. Y ahora los dejo, me voy a ver una de convoy.

Para mi abuelo, de su galleguita. Ese abuelo de quien me acuerdo cada día, pero más, cuando gana Independiente.